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Vídeo: Clinton dice que fue un error no reconocer su neumonía - REUTERS

La enfermedad de Hillary Clinton llena de dudas su campaña

La candidata demócrata suspende dos días de mítines para recuperarse del episodio de neumonía, a solo dos semanas del primer debate con Trump

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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Las campañas electorales en Estados Unidos siempre están vivas. Los pronósticos parecen gratuitos. Cada día es un riesgo. Cada curva, un sobresalto. La elección de 2016 no tiene precedentes. Y aún quedan dos meses, quién sabe si para que asistamos a un inédito relevo de candidato o para que la resistente senadora y su mala salud de hierro resurjan de sus cenizas. La enfermedad de la favorita, Hillary Clinton, agrandada por un impactante vídeo que muestra toda su debilidad y una opaca estrategia de campaña, amenaza con voltear el proceso. Las encuestas han pasado a mejor vida..

Todos los ojos están puestos en Hillary Rodham Clinton. La aspirante a primera presidenta de Estados Unidos está contra las cuerdas. Pero nadie sabe a ciencia cierta hasta qué punto.

Su apresurada espantada la mañana del domingo ha sacudido la campaña. Que se produjera en pleno homenaje a los caídos del 11-S en la Zona Cero otorga más dramatismo al episodio. Tras unas horas de incertidumbre mal gestionadas, su equipo de campaña anunciaba la suspensión de dos días de mítines, lunes y martes, en California y Nevada. El miércoles le espera Las Vegas. El jueves, Washington. En el horizonte asoma el primero de los tres debates con Trump, señalado el 26 de septiembre en la Universidad Hofstra, en Hempstead (Nueva York). La historia demuestra que en Estados Unidos los cara a cara sí pueden decidir la elección presidencial.

Falta de transparencia

El inesperado parón a la campaña se produce con Hillary Clinton en cabeza, pero en fase de desgaste por el escándalo de los e-mails. La última encuesta, publicada el domingo por The Washington Post, le otorga cinco puntos a nivel nacional. James Carville, un veterano asesor de la senadora, salía al paso del incidente médico con una inquieta calma: «Los doctores dicen que está bien, pero la gente no va a parar de hablar de esto. Veremos».

Si la imagen de falta de transparencia es consustancial a los Clinton, el contratiempo arrojó dos manchas más al historial: hora y media sin información desde su aparatosa marcha, incluido su desmayo a las puertas del vehículo que le recogía, y un primer comunicado como cortafuegos que se limitaba a hablar de una indisposición, felizmente superada, pero no de neumonía, como se reconoció horas más tarde. El forzoso levantamiento del telón arrojó más datos. La neumonía había sido diagnosticada el viernes. El domingo anterior, Clinton había achacado a simples «alergias» un llamativo episodio de tos de dos minutos.

El nuevo renuncio de la veterana demócrata destapó ayer un río de especulaciones y un reciente historial médico con tres procesos de trombosis (coágulos en la sangre). Tampoco ayuda que hubiera intentado ocultar en su día los dos primeros trombos, detectados en las piernas, en 1998 y 2009. El tercero, junto al cráneo, tuvo que ser revelado al producirse cuando dirigía el Departamento de Estado.

Sano con sobrepeso

Inesperadamente, la crispada campaña de enfrentamientos personales ha dado paso a un debate médico. En un país en el que los candidatos a presidente pasan por un implacable escrutinio, ambos se han visto forzados a publicar esta semana su historial médico completo, como anunciaron ayer sus equipos. El magnate, que ha eludido difundir sus declaraciones de impuestos, otra de las obligaciones no escritas de campaña, pasará esta vez por el aro.

Hasta ahora, el comportamiento de Trump en torno a su estado de salud se ha limitado a la presunción, que entusiasma a sus seguidores y que le ha funcionado como estrategia. Fulminó a Jeb Bush despreciando su «baja energía». A Marco Rubio lo descalificó por su baja estatura: «el pequeño Marco». Frente a frente con Hillary, ya en campaña presidencial, el magnate ha dejado casi todo el trabajo sucio a su núcleo duro. Como el exalcalde neyorquino Rudolph Giuliani, quien hace unos días lanzó que Hillary Clinton «parece cansada y enferma». Aunque el propio Trump ya insinuó en un reciente mitin la debilidad de la salud de su rival. Se trata de contraponer después la «fortaleza» de la que se pavonea Trump. Pese a que con sus 70 años se convertiría en el candidato que llega a presidente con más edad (Clinton, con 68, sería la tercera, detrás de Ronald Reagan, que tenía 69) y con más sobrepeso, el showman ha sabido crearse una imagen de hombre enérgico y poderoso físicamente. Y casi una leyenda de devorador de comida rápida, típicamente estadounidense, un simplismo de tintes nacionalistas que ha moldeado eficazmente durante la campaña.

Pero no ha aportado pruebas consistentes. Frente a las mil páginas de escrupuloso informe médico que distribuyó el candidato republicano John McCain en 2008 (superviviente a la guerra y al cáncer, con 71 años), Trump aportó en diciembre el diagnóstico de su médico de cabecera, Harold Borstein, que incluía esta frase, considerada no muy profesional: «Inequívocamente, sería el candidato a presidente más sano de la historia».

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