Destapan una red de sobornos en la construcción de una cuestionada central hidroeléctrica brasileña

Belo Monte, la tercera mayor planta del mundo, está considerada como un problema medioambiental

Un grupo de indígenas protestan contra la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte en Vitoria do Xingú, en julio de 2012 Reuters
Verónica Goyzueta

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Una nueva fase de la investigación por corrupción conocida como «Operación Lavacoches» está revelando que la construcción de la controvertida planta hidroeléctrica Belo Monte , en el corazón de la Amazonia , también fue un canal de desvíos de fondos para políticos y constructoras brasileñas. La obra, cuestionada por indígenas, ecologistas y por el Ministerio Público, fue construida pese a las críticas surgidas dentro y fuera del Brasil.

La fase de la operación llamada «Buona Fortuna» apunta el pago de sobornos en las obras de la planta hidroeléctrica y ha citado al exministro de Luiz Inácio Lula da Silva (2002-2010) y de Dilma Rousseff (2010-2016) Antonio Palocci ; así como al economista Delfim Netto , exministro de Economía durante la dictadura, en los años 70, como algunos de los responsables de los desvíos.

El nombre de la operación es una referencia a una de las empresas de Delfim Netto, que fue también embajador en Francia y que, a los 89 años, es considerado uno de los economistas y políticos de más prestigio en Brasil por su larga trayectoria.

En los informes que llevaron a la Policía a la casa de Delfim Netto en Sao Paulo este viernes, la fiscal Jerusa Burmann Viecili , integrante de esta Operación, confirmó la tesis de los ecologistas de que «las obras de la planta hidroeléctrica de Belo Monte causaron graves impactos medioambientales y perjuicio económico a la sociedad».

Soborno del 10%

Según la investigación del Ministerio Público, Netto habría recibido fondos que fueron transferidos al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva y al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), del actual presidente Michel Temer . «Las pruebas indican que el exministro recibió un 10% de las constructoras», según señalan los informes de la Fiscalía, que ya rastreó parte del dinero y confirma transferencias a ambos partidos .

La polémica está servida porque este era un desastre medioambiental anunciado . Belo Monte fue construida en la cuenca del río Xingú, un afluente amazónico cerca al municipio de Altamira, en el estado de P ará, en el norte del país. Ecologistas y organizaciones internacionales han denunciado durante años que la construcción provocó deforestación, extinción de fauna y flora , además de crear una ciudad violenta , con tráfico de drogas, prostitución y mala infraestructura.

La tercera mayor hidroeléctrica del mundo, después de la Tres Gargantas, de China, y de Itaipú, en la frontera entre Brasil y Paraguay, Belo Monte tiene una capacidad de 11.000 megavatios . Pero deberá producir la tercera parte, un 10% del consumo brasileño, por las protestas nacionales e internacionales que fueron surgiendo durante su construcción, que duró más de una década, y que fueron llevando al Gobierno a controlar su potencial.

«La política de construcción de hidroeléctricas en Brasil se afianza sobre el miedo», asegura el periodista Leonardo Sakamoto , uno de los que más críticos con las obras de Belo Monte. «Se invierte menos de lo que se debería en energías alternativas» , destaca en un artículo, recordando que Delfim Neto representaba un proyecto económico de la década de 70, que fue adoptado por el PT.

Centrales en la Amazonia

El modelo consideraba la construcción de centrales hidroeléctricas en la Amazonia, lo que para los ecologistas perdió sentido en las últimas dos décadas con el surgimiento de las energías eólica y solar que tienen un potencial enorme en Brasil. Los gobiernos de Lula y de Rousseff, que también fue su ministra de Energía , le dieron prioridad a la energía hidroeléctrica, apoyando los proyectos que favorecían a las constructoras, que ahora son las protagonistas del mayor escándalo de la historia brasileña.

Para Sakamoto, Delfim Neto, uno de los responsables de esos proyectos durante la dictadura y de lo que se llamó el «milagro brasileño» en los años 70, llevó esa visión al PT, donde era considerado una especie de gurú . Los abogados de Netto negaron la participación del economista en el escándalo y ya admitieron que recibió fondos de la constructora Odebrecht por un servicio de consultoría.

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