Seguidores de Erdogan, con la bandera turca, siguen su discurso desde una pantalla gigante en la plaza de Taksim, en Estambul, el pasado miércoles
Seguidores de Erdogan, con la bandera turca, siguen su discurso desde una pantalla gigante en la plaza de Taksim, en Estambul, el pasado miércoles - Reuters

Un mes después del golpeEl culto a la personalidad de Erdogan crece en una Turquía más nacionalista

La asonada provocó una ola de fervor patriótico que capitaliza el presidente

Corresponsal en Estambul Actualizado: Guardar
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Las fotografías en blanco y negro de los «mártires», las víctimas mortales de la sangrienta noche del 15 de julio, se repiten en las estaciones de metro de Estambul. Aunque hace cuatro días se terminaron las «guardias por la democracia» –concentraciones masivas en céntricas plazas como la estambulita de Taksim–, el fallido golpe de Estado continúa muy presente en una Turquía que, en tan solo un mes, ha cambiado aceleradamente.

La explosión de patriotismo que se produjo tras el fracaso de la asonada sigue visible en forma de banderas que siguen colgando de miles de balcones. Los retratos del presidente Erdogan también se pueden encontrar paseando por el centro de la ciudad. El levantamiento y, sobre todo, la valerosa respuesta de los turcos que plantaron cara a los tanques se han convertido en un nuevo mito en el imaginario colectivo.

En aquella jornada murieron 240 personas a manos de los golpistas.

El presidente se presenta como un nuevo padre de la patria, como un nuevo Ataturk

Binali Yildirim, el primer ministro, ya lo ha definido como «la segunda guerra de independencia». Se trata, pues, de un nuevo mito fundacional para la nación, que intenta equipararse con la victoria en la Guerra de Independencia que hace casi 100 años puso los cimientos de la moderna República de Turquía, cuando a Mustafa Kemal se le pasó a llamar «Ataturk» (Padre de los turcos).

Incluso la oposición, como Kemal Kiliçdaroglu, líder del socialdemócrata CHP, (Partido Republicano del Pueblo), asegura que «ahora hay una nueva Turquía». Kiliçdaroglu se refería a una inédita unidad política surgida tras el golpe, especialmente entre su partido, que representa al sector laico y de centroizquierda, y el islamista AKP, en el poder desde hace 14 años.

Esta unidad ha sido también alabada por la prensa y los analistas más próximos al Gobierno, aunque el prokurdo HDP continúa aislado y en las «guardias por la democracia» había una clara mayoría de manifestantes religiosos y ultranacionalistas. Algunos expertos no ven el futuro de esta «nueva Turquía» tan brillante.

Sumisión

«En esta nueva era empezaremos a ver un aumento de los niveles de autocensura y sumisión ya que los individuos sienten que no hay futuro si no se jura total lealtad a Erdogan y a su islamista AKP», explica Aykan Erdemir, investigador de la Fundación por la Defensa de las Democracias, con sede en EE.UU. «Turquía continuará distanciándose de un régimen secular que, desde el principio, era imperfecto».

Turquía tiene una larga historia de culto a la personalidad. Desde los antiguos sultanes a Ataturk, cuyo busto o retrato preside todas las instituciones públicas. Y ahora, Erdogan. La imagen del presidente en retratos, carteles, cintas sobre la cabeza y camisetas se han multiplicado durante los últimos 30 días.

En la multitudinaria manifestación en el barrio estambulita de Yenikapi, que congregó a más de un millón de turcos, las referencias a los partidos políticos estaban prohibidas; no así las imágenes del presidente. La pasión de los más acérrimos defensores de Erdogan llega tan lejos que, por ejemplo, el columnista Hasan Öztürk ha llegado a alabar al primer ministro porque, «sobre todo, sabe cómo dar un paso atrás y colocarse detrás del líder». En la narrativa actual, apoyada por la oposición, Erdogan parece haber alcanzado finalmente el nivel de culto de Ataturk.

«En la manifestación del 7 de agosto [la de Yenikapi] se podían ver pósteres de Erdogan y Ataturk; eso es bastante nuevo. Hasta ahora el AKP se caracterizaba por quitar las imágenes de Ataturk en sus actos», señala a ABC Esra Ozyurek, directora del programa de Estudios Turcos de la London School of Economics. «Así que más que hacer desaparecer a Ataturk, el intento de golpe lo ha traído de vuelta. Pero para hacerlo posible se ha tenido que colocar a Erdogan y a Ataturk, uno junto a otro, como si fueran líderes comparables que han conducido al pueblo turco hacia su soberanía», añade Ozyurek.

Subida de popularidad

La popularidad de Erdogan se ha disparado durante este mes. Según una encuesta de Metropoll, su índice de aprobación alcanza el 68%, una subida de casi 20 puntos desde el último sondeo. «Tras el golpe, [Erdogan] ha empezado a hacer referencias a Ataturk como no lo había hecho hasta ahora, pues se ha dado cuenta de que necesita la legitimidad que le otorgaría adoptar los valores republicanos», apunta Aykan Erdemir.

Nadie duda de que Turquía ha entrado en una fase crítica. El colíder del HDP, Selahattin Demirtas, lo describe así: «Esta es una oportunidad histórica para convertir el país en un Estado más democrático mientras se tiene un apoyo masivo o tomar la senda hacia un sistema más autoritario». El «adam uzun» (hombre alto, como se conoce popularmente a Erdogan) tiene ahora más despejado que nunca el camino hacia su ansiado sistema presidencial. En la calle ya le gritan «Adam Izindeyiz» (seguimos al hombre), en referencia a la tradicional consigna a favor de Ataturk «Atam Izindeyiz» (seguimos a nuestro padre).

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