Antonio Guterres, hoy, durante una rueda de prensa en Lisboa
Antonio Guterres, hoy, durante una rueda de prensa en Lisboa - EFE

La crisis de los refugiados marcará el mandato de Guterres en la ONU

El Consejo de Seguridad designa al portugués futuro secretario general

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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No hubo lugar para la sorpresa, y ayer el portugués Antonio Guterres fue designado por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la ONU para convertirse en el próximo secretario general de la organización internacional. La decisión del organismo con más poder de la ONU deberá ser ratificada por la Asamblea General, en una votación que probablemente se celebrará la semana que viene y que será un puro trámite. En ese momento, Guterres solo tendrá que esperar hasta el 1 de enero del año próximo para coger el relevo del actual secretario general, el coreano Ban Ki-moon. Durante ese tiempo, deberá conformar la cúpula de la secretaría general y prepararse para afrontar la montaña de desafíos que enfrenta la ONU, que trata, con dificultades, de mantener su relevancia en un concierto internacional cada vez más polarizado.

Ban, que se encuentra de visita en Roma, se mostró seguro de que Guterres es una «super elección» para llevar «una antorcha llena de desafíos». El fuego de esa antorcha quema más que nunca. La ONU se ha mostrado incapaz de impulsar un cese de las hostilidades en Siria, en una guerra que ha causado una crisis de refugiados que Guterres conoce de primera mano, después de haber estado diez años al frente del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Será la crisis de los refugiados la que en buena medida marque el mandato del portugués al frente de la ONU. La brecha entre EE.UU. y Rusia, dos actores principales en este conflicto, ha convertido al Consejo de Seguridad en un órgano inoperante, mientras la guerra se ha cobrado la vida de decenas de miles de civiles y ha desplazado a millones de personas.

Escándalos

Guterres también tendrá que afrontar los escándalos que han lastrado las operaciones de la ONU en los últimos años, como los abusos sexuales cometidos por los cuerpos de paz en República Centroafricana o la propagación de una epidemia de cólera en Haití en 2010, cuya participación la ONU silenció durante años y por fin acaba de reconocer.

Ayer, el embajador ruso ante la ONU, Vitaly Churkin, presidente de turno del Consejo de Seguridad, alabó la experiencia de Guterres en el terreno -«ha viajado por todo el mundo y ha visto algunos de los peores conflictos a los que nos tenemos que enfrentar»- y su personalidad para mediar en asuntos divisivos -«habla con todo el mundo, escucha a todo el mundo y dice lo que piensa».

Ban ha sido celebrado por sus esfuerzos incansables en sumar apoyos y mover los hilos adecuados para conseguir acuerdos de largo plazo, como en el caso de los Acuerdos de París para la lucha contra el cambio climático. Pero en un momento de tensiones crecientes entre EE.UU. y Rusia, se ha echado de menos un negociador más enérgico, más carismático para arrancar compromisos que el actual secretario general. Guterres tiene fama de ser un mediador inteligente y en una entrevista reciente con Efe, aseguraba que la ONU debía hablar «más alto y más claro» en materias relacionadas «con la paz y la seguridad y en ciertos aspectos con derechos humanos».

Al presentar su candidatura la primavera pasada, Guterres habló de la necesidad de cambio y reforma en la ONU. Él se aplicó el cuento en Acnur, donde trató de reducir costes administrativos y dedicar más recursos a las operaciones en el terreno. Son reformas que necesita a todas luces la ONU, una organización lastrada por una burocracia mastodóntica y que transmite una imagen de inoperancia y poca efectividad. «Es el trabajo más imposible en este planeta», aseguraba en 1953 el primer secretario general de la ONU, el noruego Trygve Lie, sobre los malabarismos para conjugar los intereses de las grandes potencias y del resto de miembros y la consecución de los objetivos de la organización. Entonces la ONU no llegaba a 60 miembros. La semana que viene, casi 200 ratificarán a Guterres.

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