Un empleado camina por la recepción de la Bolsa de Atenas, Grecia
Un empleado camina por la recepción de la Bolsa de Atenas, Grecia - efe

La Bolsa de Atenas se hunde un 15% en la semana de su reapertura

El índice cae lastrado por la banca, que en cinco días ha perdido el 58% de su valor

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Sensaciones agridulces en el regreso a la actividad de la Bolsa de Atenas. Tras pasar más de un mes clausurada, como parte de las medidas de control de capitales aprobadas por el Ejecutivo de Alexis Tsipras, el índice ASE ha concluido la semana con una caída superior al 15 por ciento. La intensidad e inmediatez del descenso con que los títulos de las principales firmas griegas comenzaron a cotizar el pasado lunes –día de la reapertura–, los temores a la inestabilidad del país heleno, las restricciones que aún hoy constriñen la actividad económica y la inagotable incertidumbre sobre la liquidez de su sector bancario hicieron temer en algunos momentos incluso un peor escenario: una nueva suspensión de las cotizaciones, algo que finalmente no fue necesario.

Fueron precisamente las entidades financieras las que precipitaron el «lunes negro» ateniense, la mayor caída que ha padecido en su historia este índice, que se hundió más de un 16 por ciento. Piraeus Bank y el Banco Nacional de Grecia registraron un retroceso del 30 por ciento. Eurobank y Alpha Bank no se quedaron lejos de los anteriores (29,8 por ciento). Durante el conjunto de la semana, estas entidades han perdido un 58 por ciento de su importe en el parqué; es decir, hoy valen menos de la mitad que antes de que se levantara la veda bursátil.

Ciertamente, la griega es una crisis poliédrica, con diversas grietas y frentes abiertos, pero con las finanzas como epicentro. La sangría originada por la fuga de depósitos y la dependencia directa de los créditos de emergencia aprobados por el Banco Central Europeo (BCE) condujeron a la imposición del corralito y la batería de restricciones que explican también, en parte, la negativa evolución de la Bolsa ateniense.

Los expertos consideran que no regresará la estabilidad hasta que no se supriman las limitaciones que sufren los inversores griegos, que sólo pueden efectuar operaciones de compra con el dinero ya disponible en los depósitos contratados con una agencia de valores o con transferencias bancarias desde el extranjero. Se les impide, por tanto, utilizar sus cuentas bancarias habituales. No sucede lo mismo en el caso de los inversores internacionales, que pueden operar sin cortapisas.

Además de estos condicionamientos, la Comisión de Valores griega puso en marcha un conjunto de medidas para evitar que maniobras especulativas debilitaran aún más el mercado, como con la prohibición de las ventas en corto (aquellas operaciones en las que el inversor se beneficia cuando el precio de una acción cae). Además, fijó en una caída del ASE del 30 por ciento el suelo a partir del cual intervendría, con la posibilidad de paralizar de nuevo la cotización del parqué.

Semanas de inestabilidad

El pulso entre el Gobierno de Tsipras y las instituciones acreedoras para establecer las condiciones del tercer rescate y el calendario de pagos agravan la volatilidad del índice griego, esos repentinos y prácticamente impredecibles movimientos sísmicos que impulsan al alza o arrastran a la baja la Bolsa. El analista de la firma de inversión XTB Joaquín Robles indica, en declaraciones a EFE, que el desplome del AES hasta los niveles de 2008 constituye el reconocimiento de la situación que vive el país y sus empresas, la adaptación del índice a las dimensiones reales de su crisis. Robles cree que a corto plazo el mercado heleno se estabilizará, pero no sin continuos altibajos ligados a la situación política y económica del país.

El objetivo ahora más inmediato para Tsipras y su nuevo ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, es firmar el memorando de entendimiento que dé luz verde a un tercer rescate de 86.000 millones de euros. Durante este fin de semana, el Ejecutivo heleno mantiene conversaciones con el comité económico y financiero de la Unión Europea, integrado por funcionarios de alto rango de los países miembros, que han definido el diálogo como «constructivo». El acuerdo resulta imprescindible para que Atenas pueda afrontar el vencimiento de un crédito de 3.400 millones con el BCE y, de paso, dar oxígeno a sus magulladas entidades financieras.

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