A debate

Vacunas, sí o no

Argumentos por los que se considera que hay que vacunar a los hijos y razones para no hacerlo

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Aunque la mayoría de los padres está a favor de las vacunas, hay excepciones que muestran su rotunda oposición, principalmente porque aseguran que sus hijos han perdido la vida después ser vacunados o han tenido importantes secuelas. Fue así como nació la Asociación de Afectados por las Vacunas. «En primer lugar —explica Federico Sánchez— queremos puntualizar que no somos un movimiento antivacunas; de hecho, si nos vemos en esta situación de afectados es porque precisamente confiamos en que las vacunas eran buenas y, por ello, vacunamos a nuestros hijos (todas las dosis de todas las enfermedades). La decisión de no vacunar a nuestros hijos posteriores, o a desaconsejar la vacunación, está basada en nuestra experiencia personal (casos de máxima gravedad en muchas familias), y en la información que hemos recabado en estos años (relativa a la falsedad en cuanto a la composición de determinadas vacunas, con mayor contenido tóxico del que oficialmente declaran en sus fichas técnicas).

No se trata de una elección sin fundamento», asegura.

Este padre añade que en su asociación confía en la Medicina y en la buena fe de los profesionales sanitarios, pero consideran que existen fallos en los protocolos de actuación, y mucha desinformación en torno a este tema. Uno de los objetivos que pretenden conseguir desde la asociación es el concienciar a los organismos pertinentes de la importancia de informar al usuario de los riesgos que implican las vacunas. «Como cualquier fármaco pueden producir reacciones dañinas, pero generalmente las personas no son conscientes de ello. Al tratarse de un medicamento que en la mayoría de casos se administra directamente en el centro de salud, el usuario no tiene acceso al prospecto, y el sanitario normalmente tampoco lo ofrece ni avisa de las advertencias en él descritas. Existen circunstancias en las que los mismos prospectos desaconsejan la vacunación pero no son tenidas en cuenta. De esta manera podrían evitarse graves daños posteriores. Por ello creemos fundamental el establecimiento de un protocolo de consentimiento informado (de igual manera que se hace en los casos de resonancias, cirugías o transfusiones)».

Igualmente creen que debe existir mayor agilidad y rigurosidad en el procedimiento de notificación de los casos de reacciones adversas. «El hecho de que sea el propio usuario afectado quien tenga que notificar el daño dificulta (o imposibilita en muchos casos) el trámite. Creemos que la responsabilidad de la notificación debe recaer en los organismos oficiales, que dentro del marco de su labor de farmacovigilancia han de estar alerta en estos casos por el bien del conjunto de la ciudadanía».

Por todo ello, consideran necesaria la creación de un Organismo de Compensación para Afectados, que ayude a sufragar mínimamente los gastos que se pueden derivar de una de estas circunstancias de RAM (Reacción Adversa a Medicamentos) por vacunas, tal y como ya existe en Estados Unidos. «La decisión de vacunar o no es muy personal, y bastante complicada de tomar, más en el caso de tener que decidir por otra persona. ¿Derecho de los padres o de los hijos? —se pregunta Federico Sánchez—. Creemos que antes habría que respetar el derecho a la salud y a la integridad de las personas, por lo que apelamos a la responsabilidad de los organismos oficiales, a fin de garantizar unos productos seguros, así como un servicio eficaz».

Argumentos a favor

Para Fernando García-Sala, miembro del grupo de trabajo de vacunas de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (Sepeap), existen numerosos motivos por los que los padres vacunan a sus hijos:

—En primer lugar porque salvan vidas. Es el segundo método terapéutico que más vidas salva, después del hito de potalizar el agua.

Previene, combate, elimina y erradica las enfermedades. Después de vacunarse, las probabilidades de padecer la enfermedad son muy reducidas, y en caso de tenerla sería de forma muy leve, lo que contribuye a erradicar la enfermedad de la sociedad.

Se trata de un acto solidario, puesto que protege a la persona como individuo, pero también al entorno. La gente que no se vacuna es egoísta porque se beneficia de la alta tasa de vacunación existente en la sociedad.

—Además de enfermedades, previene el cáncer en el futuro. Una niña que se vacuna, por ejemplo, del papiloma humano no padecerá con una probabilidad muy alta un cáncer de útero cuando cumpla los 45 años.

Es un derecho del niño. Además, los pediatras en un 90% desearían que la vacunación fuera obligatoria, no voluntaria.

Son muy seguras. Es muy anécdótico que se produzca un problema cuando se vacunan millones de niños al día. A veces se dan cuadros con síntomas que se quieren relacionar con las vacunas, pero no son consecuencia de ellas. Por ejemplo, se ha demostrado que las vacunas no generan autismo, como se quería hacer creer.

—Es importante, no obstante, que los pediatras informen a los padres sobre las vacunas y revisen juntos el calendario de sus hijos porque hay vacunas que no son de una sola dosis y hace falta ponerlas de nuevo pasado un tiempo.

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