EDUCACIÓN

Autolesionarse, una «moda» que se hace viral

La psicóloga clínica Luisa Fernanda Yagüe advierte un aumento de los intentos de suicidio y de acoso a través de internet desde 2015

MADRID Actualizado: Guardar
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El 20 de enero no fue un día cualquiera. La frase «Por favor, espero que algún día podáis odiarme un poquito menos» en la carta de despedida de Diego, el niño de 11 años que decidió suicidarse en Leganés, todavía se recuerdan en la memoria de muchos. Ese día, esa carta, fue un punto de inflexión para la Fundación Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR): «Hizo que muchos niños se identificaran con esta situación e, incluso, que padres que estaban siendo espectadores de la violencia dijeran “voy a llamar a contarlo”».

Esta fundación, sin ánimo de lucro, ofrece ayuda a menores que se encuentran en situación de riesgo, pero también a adultos que necesiten orientación en temas relacionados con sus hijos.

Luisa Fernanda Yagüe, psicóloga clínica en ANAR, advierte un fenómeno que está cada vez más de moda: las autolesiones en los jóvenes que sufren acoso. Ante este contexto, la portavoz de la fundación ha querido compartir sus experiencias en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, enmarcadas en el curso «Ciberbullying y adolescencia: la responsabilidad educativa en la era digital».

La psicóloga asegura que el «ciberbullying» (una forma de acoso escolar a través de las nuevas tecnologías, principalmente de internet y móvil) sigue creciendo en mayor medida desde el 2015; y muchos de los jóvenes que llaman en busca de ayuda recurren a esta forma de violencia: «En cualquier llamada en la que nos dicen que se llevan mal con alguien de su entorno, preguntamos “¿y cómo te manejas tú con esto?” “¿cómo lo estás solucionando?” “¿Qué haces cuando te sientes mal?” La respuesta habitual es: “Me corto”».

¿Por qué lo hacen? O, más bien, ¿para qué? Se preguntan los orientadores cada vez que descubren estos casos, y se lo preguntan también a ellos, a las víctimas, que reconocen que es la forma que tienen de «sentir que están vivos», de «expresar el dolor o el sufrimiento». Yagüe admite que están «muy asustados» por el aumento de las autolesiones, así como por la cantidad de páginas web que, literalmente, dan instrucciones sobre cómo hacerse daño. «Se ha convertido en moda, y parece que es viral. Si buscas “autolesiones” en Google, salen más de dos mil resultados».

La moda del «sexting»

En el papel del acosador entran en juego las nuevas tecnologías. El móvil es una de las herramientas que los jóvenes llevan encima día a día y que los acosadores utilizan para amenazar a sus víctimas con publicación de material personal e íntimo. Un ejemplo al que recurre la psicóloga para abordar este problema, llamado «sexting» (envío de material con contenido sexual mediante el móvil) es el de una chica que envía a su novio fotos desnuda. Rompen y entonces él se vuelve un acosador y amenaza con subirlas a internet.

Los expertos advierten de la ignorancia de las víctimas, «suelen ser chicas de 14 o 15 años», que no saben que esta amenaza supone un delito. Además, la psicóloga alerta de un pensamiento extendido entre los adolescentes muy peligroso: «Los celos son interpretados como señal de amor». Que el novio sepa las contraseñas de los perfiles en redes sociales de ella, que controle la ropa que lleva cada día... un «comportamiento normalizado» muy susceptible de acabar en violencia.

El perfil de la víctima

Desde hace 11 años, el motivo principal de consulta al teléfono gratuito de ANAR es la violencia al menor en todas sus formas, asegura Yagüe. Es decir, desde maltrato físico y psicológico o abandono en el entorno familiar, abuso sexual, violencia escolar y de género hasta el «ciberacoso». El perfil de las víctimas, según los investigadores, no distingue el sexo de los jóvenes: un 49% son niños y un 51% son niñas.

En cuanto a la edad, la psicóloga establece en 11 y 13 años la edad en la que los niños que comienzan a sufrir bullying en el colegio, aunque admite que en ANAR reciben llamadas de niños de 10 años. También reciben, por supuesto, llamadas de los padres. En 2015, el 40% informó de que sus hijos llevaban sufriendo el acoso desde hace más de un año, y un 70% que lo sufrían a diario.

Otros de los asuntos que preocupan a la fundación son las relaciones afectivas dentro de la convivencia familiar. Lo que los chicos transfieren a ANAR es la «sensación de soledad acompañada», es decir, la falta de un vínculo por parte de los padres con sus hijos, «más allá de convivir con ellos». Yagüe alerta de que se está perdiendo la capacidad de empatizar con los hijos, de saber cómo van en el colegio, cómo se sienten. «Solo hace falta mirar a la cara a los niños y apagar las pantallas». El estado de ánimo de los niños o el bajo rendimiento académico son síntomas que hacen saltar las alertas de los orientadores que, en muchos casos, al «tirar de la cuerda» llegan al origen del problema: al niño «le hacen bullying» en el colegio.

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