Los hermanos Mast, más conocidos como «los Milli Vanilli del chocolate»
Los hermanos Mast, más conocidos como «los Milli Vanilli del chocolate» - ABC

El fraude del chocolate «hipster»

El escándalo de los hermanos Mast -se les acusa de dar gato por liebre con su chocolate de lujo- personifica los males del postureo gastronómico neoyorquino

Nueva York Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En junio de 2011, los hermanos Rick y Michael Mast observaban cómo se descargaban cientos de sacos de semilla de cacao en un puerto deportivo de Nueva York. Los traía desde República Dominicana un velero construido a mano por un colaborador de los Mast. Los hermanos, veinteañeros, sonreían satisfechos detrás de sus barbas decimonónicas: era un paso más en su ambición «pornoartesanal» en la elaboración del chocolate de máxima calidad. Empezaron produciendo tabletas en su apartamento de Williamsburg, en Brooklyn, y se han convertido en la máxima expresión de la tendencia del «hecho a mano», del producto local, del alejamiento máximo de las técnicas industriales. Otro chocolate, más rico y más sostenible que ninguno, es posible -aunque se pague a partir de diez dólares la tableta-.

Se proclamaron los reyes del chocolate «bean to bar» (de la semilla a la tableta), artesanía responsable convertida en un dulce delicioso. Traer la materia prima solo con la fuerza del viento desde una isla caribeña era un hito y una gran estrategia publicitaria, una más en su carrera. Lo que nunca dijeron es que, pocos años antes, otros barcos -esta vez mercantes sin atractivo- les traían pasta de chocolate a granel producida en Europa que luego refundían para elaborar sus tabletas. La noticia supone un escándalo que desarma el andamiaje ideológico con el que han vendido tabletas de chocolate a precio de oro.

El fraude lo ha revelado hace poco un misterioso bloguero gastronómico, que firma solo con su nombre de pila -Scott- en DallasFood.org. No es un cualquiera: en 2006 ya descubrió como otra compañía gourmet, Noka Chocolate, vendía el producto de otra chocolatera. Noka ya ha cerrado sus puertas. Scott desmenuza en cuatro partes la fabricación de los hermanos Mast, a quienes denomina «los Milli Vanilli del chocolate» -en referencia al grupo pop de los 90 que triunfó con canciones en las que ellos solo movían los labios- y los que acusa de «haber desarrollado su compañía y su reputación con chocolate que en su mayor parte no elaboraron ellos». El bloguero aporta emails, documentos y testimonios que dejan claro que los Mast utilizaron chocolate refundido en sus inicios.

Pura fachada

Mast Brothers es hoy un paradigma de petulancia gastronómica. Su tienda-fábrica de chocolate en Williamsburg -han abierto otra en Londres- es una ostentación de su ideología artesanal con diseño impecable: baldosa blanca, carácter retro, sacos de arpillera con cacao, mezcladoras de chocolate vintage, maderas industriales… En ella trabajan empleados a imagen y semejanza de los creadores de la marca: jóvenes, modernos, tatuados, afectados.

El relato desmonta esta especie de fábrica de Willy Wonka «hipster»: los elogios que recibieron en su primera etapa coincidieron con la etapa en la que utilizaban chocolate elaborado por otros. Sorprendía entonces a los expertos en chocolate que unas tabletas realizadas sin apenas medios, en un apartamento, fueran tan refinadas. Ellos lo ocultaron y siempre se definieron como una compañía «bean to bar» (tras el artículo, han reconocido que utilizaron ese chocolate de otros para «experimentar»). El resto fue una cuidada estrategia de márketing: su historia de chocolateros independientes que triunfan, la preciosa etiqueta, el empaquetado a mano con papel dorado…

Desde 2009, en coincidencia con el abandono del chocolate refundido y tras convertirse en una auténtica compañía de «bean to bar», los críticos gastronómicos han calificado su chocolate de mediocre. Da igual. La expansión de los hermanos Mast ha sido imparable, aupada por la imagen de sus tabletas y la suya propia: chalecos de tweed, gafas de pasta, gorra de repartidor de periódicos (hasta se ha especulado que Michael se tiñó su pelo y su barba para imitar el pelirrojo de su hermano). Tras las revelaciones, todo lo que representa Mast Brothers está en duda: hasta sus famosas barbas parecen un montaje; han salido a la superficie fotos de los hermanos de 2007 en los que no hay rastro de ellas. Scott lo explica en su blog: «Los Mast no se han convertido en unos parias del chocolate de calidad por sus barbas, su publicidad o la mediocridad de su producto. Ha sido por sus mentiras».

Ver los comentarios