El poder adquisitivo se hundía y el paro crecía en 1977 de forma preocupante. En la imagen, tiendas de la sevillana Plaza del Pan, en enero de aquel año
El poder adquisitivo se hundía y el paro crecía en 1977 de forma preocupante. En la imagen, tiendas de la sevillana Plaza del Pan, en enero de aquel año - Rafael Cubiles
Transición Española

La peseta, asfixiada

Entre 1976 y 1980 la moneda española se tuvo que devaluar en tres ocasiones y la inflación galopaba sin freno

Madrid Actualizado: Guardar
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La economía no le allanó el camino a la democracia tras la muerte de Franco. Los bolsillos de los españoles vivieron unos años de vértigo, críticos. La peseta estaba asfixiada, apurada por una coyuntura en la que el déficit público andaba desorbitado, la deuda externa por las nubes y el poder adquisitivo cayendo en picado.

El panorama fue crítico y se temió que fuera un riesgo real de desestabilización política, que tumbara el delicado camino de una Transición a la que el dinero le fallaba y las balas le sobraban -el terrorismo de ETA, de los Grapo y de grupos de ultraderecha habían lanzado un jaque a la democracia que luchaba por abrirse paso-.

Que la situación no acompañaba al bolsillo era evidente -y, por lo mismo, el bolsillo estaba dejando de acompañar a la coyuntura política, lo que resultaba muy preocupante-.

Los ciudadanos lo sentían en su día a día. No había semana en la que los precios no subieran. La vida se encarecía por momentos, casi por horas. Baste un dato: en el quinquenio 1976-1980, la inflación acumulada en España fue del 137%, más del doble que en el conjunto de economías europeas y muy por encima que en Estados Unidos, donde fue del 56%.

Otro ejemplo práctico: el poder adquisitivo. Ligado de lleno a la inflación, el IPC apuró hasta tal punto que hubo que forzar a que los salarios no subieran en paralelo. Dicho de otra forma, a que se perdiera poder adquisitivo para tratar de reconducir la situación. Fue uno de los puntos en los que incidieron los Pactos de la Moncloa que, en 1977, unieron a los partidos a izquierda y a derecha para echar un balón de oxígeno a una economía -pública y privada- que se ahogaba.

En 1976 la inflación había rondado en España el 22%, en 1977 se situó en torno al 25%, en 1978 rozó el 17%... Hasta 1981 no se logró que la tasa anual de inflación inferior al 15%. Eso era un mazazo continuo al bolsillo de los españoles, que veían cómo el sueldo les daba cada vez menos de sí.

Las tensiones se manifiestan en múltiples planos económicos, entre ellos en la moneda. Los desajustes obligaron a devaluar la peseta en tres ocasiones entre la muerte de Franco y el final de los gobiernos de UCD.

De esas tres devaluaciones en cadena, la primera se llevó a cabo en el año 1976. La siguiente tuvo lugar en julio de 1977, con Enrique Fuentes Quintana como ministro de Economía, escasas semanas después de las primeras elecciones generales democráticas tras la dictadura franquista y pocos meses antes de que se firmaran los Pactos de la Moncloa. Y la tercera devaluación se produjo en 1982, nada más llegar Felipe González a La Moncloa y con Miguel Boyer como recién estrenado ministro de Economía y Hacienda.

La economía española, en los años de la Transición, vivió una «tormenta perfecta»: los efectos de una recesión económica internacional, desencadenada por la crisis energética y sumada a los problemas endógenos de una economía, la española, que necesitaba una profunda readaptación desde los últimos años del Franquismo. Eso desencadenó una cascada de dificultades: inflación desbocada, problemas financieros públicos y privados, cierre de empresas, aumento del paro, déficit público creciente, deuda al alza... No había una pieza del delicado rompecabezas económico que no estuviera trastocada. Fue el crudo panorama que hizo alumbrar los Pactos de la Moncloa, otro de los ejemplos de consenso y responsabilidad política compartida que dejaron la Transición.

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