Alberto Varela - CRÓNICAS ATLÁNTICAS

Viajar a las Cíes

A las navieras parece que se les ha acabado el chollo de transportar a todo aquel que quiera ir al archipiélago

A Galicia se viene a descansar, a cargar las pilas y a disfrutar de modo ordenado. Ese es nuestro sello de identidad, y que nadie intente convertirnos en Salou ni en Playa del Carmen, porque fracasaríamos sin remedio. Incluso ciudades tan concurridas como Santiago conservan rincones mágicos, poco concurridos, ideales para la reflexión y el placer sosegado.

Este final del verano está siendo complicado para las navieras que llevan a los pasajeros a las Islas Cíes, porque parece que se les ha acabado el chollo de transportar al archipiélago a todo aquel que quiera ir, sin tener en cuenta el tope diario de visitantes que ha establecido la administración. Lo de proteger el espacio para que dure parece que no va con ellos y cuanto más abarrote mejor, más dinero en caja. El problema vendría a medio plazo, cuando se corriese la voz de que la playa de Rodas ya no es lo que era, que ya no vale la pena y cuando ese turismo que ahora llega entusiasmado a las islas las abandonen por su posible degradación y falta de interés natural. Entonces vendrían los lamentos y los madremías, porque arenales hay muchos por el mundo adelante y las modas como vienen se van.

Es comprensible el enfado de quien se ha quedado en tierra estos días a pesar de tener un billete de barco reservado , y no está mal que además de la devolución de lo pagado reclamen daños y perjuicios, pero esa petición justa no puede nublar el debate de fondo: debemos proteger los espacios naturales de la sobreexplotación.

Hay muchos ejemplos en el mundo de rincones únicos que han dejado de serlo por no haber sabido ordenar a tiempo los flujos de turistas. Playas de Tailandia espectaculares en los catálogos pero en las que hay que dar codazos para llegar a la orilla, templos budistas que se parecen más a chiringuitos que a lugares de reflexión o cataratas que en poco se diferencian de piscinas públicas de barrio. No cometamos errores que otros están pagando caro. Afortunadamente estamos aún a tiempo.

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