Tres mil víctimas de violencia machista viven bajo protección policial en Galicia

Tras entrevistar a la mujer y al agresor y evualar el riesgo, los agentes diseñan un plan de vigilancia ajustado a cada caso. «Nuestro trabajo es intentar que no les vuelva a ocurrir», apunta David López, miembro de la Policía Autonómica

David López, policía destinado en protección de mujeres víctimas de violencia de género, en las oficinas de la Policía Autonómica MIGUEL MUÑIZ

ROCÍO LIZCANO

Apenas una hora antes de las doce campanadas de Fin de Año, el teléfono de David López sonaba el pasado 31 de diciembre para coordinar con los compañeros del grupo de Violencia de Género de la Policía Autonómica en Orense la detención de un varón de 53 años que había incumplido la prohibición de comunicarse con su expareja y burlado la orden de alejamiento de 100 metros fijada por el juzgado. La víctima había alertado a los agentes de que su maltratador le había escrito más de setenta whatsapps durante esa tarde, y, finalmente, acababa por presentarse en el complejo hospitalario de la ciudad, donde ella estaba ingresada. El varón huía tras ser interceptado por la vigilancia del centro, y se activaba un dispositivo de búsqueda que concluía con su detención. «Estas cosas no suelen pasar los lunes a las diez de la mañana» y «ellas saben que nuestro teléfono está 24 horas al día a su entera disposición», apunta López, agente de la Policía Autonómica destinado a la protección de víctimas de violencia machista.

Algo más de tres mil mujeres (3.150 al cierre de diciembre, según datos del Ministerio del Interior) conviven en la Comunidad con medidas de protección policial tras haber sufrido episodios de violencia a manos de sus parejas o exparejas. Algo más del 7% de ellas están acompañadas por los grupos de violencia de género de la Policía Autonómica: seis plantillas integradas en las Unidades de Familia y Mujer de la Policía Judicial , ubicadas en las cuatro capitales provinciales, además de Vigo y Santiago, y compuestas por trece policías protectores, 66 agentes de apoyo 24 horas y ocho personas en labores de coordinación. En la mañana del pasado miércoles, eran 245 las mujeres con medidas de vigilancia activas a su cargo, y la cifra, indica David López desde la central en Santiago, ronda los 500 casos activos en el acumulado anual; aproximadamente el 20% de los registrados en las ciudades en las que la Policía Autonómica está presente.

Junto a la Policía Nacional, las Policías Locales y la Guardia Civil, la Policía Autonómica trabaja en el acompañamiento de las víctimas para prevenir la repetición de agresiones. «Nuestro trabajo —indica el agente— es intentar que no vuelva a ocurrir». Para ello, en el momento que se cursa una denuncia por violencia machista y se solicita una orden de protección, la maquinaria se pone en marcha. Los agentes de protección se entrevistan con la mujer para conocer su día a día, identificar situaciones de riesgo y planificar una estrategia de acompañamiento a medida. También se reúnen con el agresor. «Si está resentido, si muestra arrepentimiento, si trabaja o no trabaja, por dónde se mueve, si tiene coche, si vive solo, si tiene una nueva relación, si tiene hijos o no con esa persona... Cuanto más conozcamos de la vida de él mejor la vamos a poder proteger a ella», explica López. Todos los datos referidos al caso —incluyendo el tipo de agresión, la existencia de lesiones, la gravedad de las mismas, etc— se introducen en el programa de la Secretaría de Estado de Seguridad Viogen y el sistema calcula el nivel de riesgo en una escala de 5 pasos que van desde el riesgo extremo al riesgo no apreciable.

Un mapa de cada vida

En base a toda esa información, se elabora un plan de seguridad con recomendaciones personalizadas para cada mujer y se diseña una estrategia de protección policial, con medidas ajustadas a cada caso, desde contactos telefónicos periódicos en casos sin riesgo a vigilancias continuadas o en horas concretas en el centro de trabajo o el domicilio de la mujer o de su maltratador, o presencia física en momentos sensibles, como la entrada y salida del trabajo o la recogida de los hijos en los colegios. «Adoptamos unas medidas u otras en función de cada forma de vida. Porque no hay dos casos iguales. Desde chavales de instituto que están en la misma clase con una prohibición de comunicación, a personas drogodependientes que viven en la vía pública, o casos de vidas normalizadas, en los que los dos trabajan y tienen unas rutinas estables», apunta David López, incidiendo en la ausencia de un perfil concreto de víctima: «Lo mismo te encuentras a una chica de primero de carrera que a una señora de 70 años que no aguanta más al hombre que lleva toda la vida pegándole», indica.

Pero el trabajo del grupo de Violencia de Género de la Policía Autonómica trasciende las tareas policiales puras y busca contribuir a una acción coordinada e integral, colaborando con Centros de Información a la Mujer (CIM) y órganos judiciales para arropar a las víctimas. «Parte de nuestro trabajo es estar atentos a que no se den situaciones de desamparo, facilitando a las mujeres del programa el contacto con Servicios Sociales o con otros dispositivos de atención psicosocial o de asesoramiento legal», apunta López. «Separamos muchísimo nuestra vida privada de la profesional, pero no somos funcionarios al uso... Se requiere cierta empatía y tienes que estar disponible, porque estas cosas pasan en cualquier momento», comenta, reflexionando también sobre las singularidades de los delitos de violencia de género. «Es el único delito en el que nos encontramos que podemos actuar en tres ámbitos , no sólo en el momento en el que se comete y en su prevención [sobre su mesa de trabajo hay una lista de diez institutos con los que debe contactar para impartir charlas], sino que también podemos intervenir a posteriori, protegiendo», expone.

Por ‘sólo’ un zarandeo

Además, prosigue, la violencia de género es también un delito singular por la autopercepción de los autores: «Muchas veces nos encontramos con que ellos no asumen que han hecho algo malo. Han vivido una serie de situaciones que, por las razones que sean, perciben como normales. El que roba un coche va a intentar no asumir la culpa pero sabe que está mal. Aquí, en cambio, nos encontramos con hombres que nos dicen ‘es que por un zarandeo...’ o ‘si lo único que hago es mirarle el móvil’. Tío, es que no eres consciente de que no eres el dueño de nadie» , sostiene López.

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