Juan Soto - El garabato del torreón

De la ignorancia al descaro

La primera persona que mostró interés público por Maruja Mallo en Galicia fue Ánxel Fole

Juan Soto
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El Día das Artes Galegas se dedica este año a Maruja Mallo. Ya hubo algún acto en su Viveiro natal y en Pontevedra; se anuncian algunos otros en Santiago y en Lugo. La ocasión está dando lugar a diversas expansiones orales y escritas, con abundancia, unas y otras, de verdaderas idioteces. Una vez más se repite lo que tanto nos gusta a los gallegos: el lucimiento propios a costa de los méritos ajenos, mayormente si el acreedor de los mismos ya está muerto y por lo tanto no puede quejarse.

Después de su salida de España en 1936, la primera persona que en Galicia mostró público interés (y lo expuso por escrito) hacia Maruja Mallo fue Ánxel Fole: véase el artículo —cierto que bastante escaso— «¿Dónde está Maruja Mallo?», publicado en el vespertino La Noche, de Santiago, en noviembre de 1949, trece años de que la pintora regresase a Madrid y se instalase en el hotel Victoria, en la plaza de Santa Ana.

El arriba firmante la localizó allí, gracias a la pista proporcionada por Blanco Amor, cuya simpatía por la señora Mallo eran más bien escasa, propensión en la que coincidía con la inmensa mayoría de los intelectuales gallegos exiliados en Argentina. El desapego (y hasta la displicencia) hacia Galicia de la hoy incensada pintora era cosa de ver o, más bien, de oír.

A Maruja Mallo le salen ahora exégetas e incondicionales a puñados. Cosa curiosa. Y hasta hay quienes se arrogan el papel de «descubridores» de la perla. Si hubo quien pudo atribuirse con justicia ese papel fue alguien que nunca aparece citado en la retahíla de «protectores y filántropos»: el galerista lucense Manolo Montenegro, verdadero redescubridor de la pintora, a la que protegió con extraordinaria generosidad. Por su mediación, el Museo de Lugo pudo haber tenido, a precio de ganga, casi todas las grandes obras de Maruja Mallo. Pero los intereses coleccionistas en general y pictóricos en particular de esa casa eran muy otros. «Si esa señora tiene interés en estar en el Museo de Lugo, que le regale sus cuadros». Tal fue la respuesta a la bicoca propuesta. El tiempo va poniendo las cosas en su sitio. Ahora, Lugo presume de Maruja Mallo. Desde el otro mundo, «la brujita joven» de Gómez de la Serna estará riéndose.

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