La huella del fuego nunca miente

Los investigadores de la Xunta recaban indicios entre la ceniza con tal de saber quién y por qué se originan los incendios

Trabajo de la Brigada de Investigación de Incendios Forestales de la Xunta ARXINA

MARIO NESPEREIRA

El fuego devora todo lo que se encuentra en su camino, pero es difícil que mienta. Siempre presenta la misma morfología y reproduce un patrón de conducta que permite a los investigadores dar con la causa de las llamas. Con el causante casi nunca, puesto que la mera dinámica destructora destruye muchas de las pruebas. Aún así, la Brigada de Investigación de Incendios Forestales de la Xunta (Biif) pone estos días los pies entre la ceniza para buscar los indicios que puedan explicar por qué Galicia arde , con el objetivo último de señalar a quienes la queman.

ABC acompaña al equipo asignado a Santiago y su comarca, el conocido como distrito 3 dentro de los 19 en los que se divide el monte de la Comunidad . En los bosques de la localidad de O Pino, donde un pequeño incendio calcinó casi tres hectáreas, los agentes medioambientales Santiago Neira y José Manuel Couselo desarrollan su protocolo de análisis. No lo inician, porque las investigaciones siempre comienzan desde la oficina. Allí consultan desde la planimetría de la zona del incendio hasta la dirección del viento, el calor o el grado de humedad que se registraron el día de la quema.

Esos datos son los que trasladan posteriormente al trabajo de campo, cuyo primer objetivo es delimitar el «esqueleto» del incendio . Son cuatro extremidades: la cabeza, la cola y los dos flancos. Para ello se valen de los «vestigios» que hallan entre el suelo y en la vegetación, pero se fijan principalmente en los «grandes indicadores»: árboles, muros o rocas que les permitan conocer la dirección que siguió el fuego hasta encontrar la localización exacta donde se arrojó la mecha.

Santiago y José Manuel examinan palmo a palmo el entorno. Saben que las llamas avanzan siempre a favor de las corrientes de aire y de la pendiente, así que observan las huellas que fue dejando tras de sí. Por ejemplo, analizan si las ramas de los arbustos se desplomaron hacia la fuente de calor o, al contrario, si se quedaron haciendo «bandera» y señalando el origen lejano del incendio. Así van sembrando el monte de triángulos de tres colores: rojos, para señalizar el avance, amarillos para el retroceso, o blancos para indicar algún punto de interés . Botellas, colillas, pisadas... Todo es útil con tal de acechar al incendiario. Localizado el punto de inicio, se valen hasta de imanes con tal de encontrar alguna pista que les acerque a los culpables. «Es muy difícil», reconocen, así que se centran en el móvil: «Si se consigue saber cuál es la causa, evitamos muchísimos incendios porque en todo el territorio suelen ser similares», pormenoriza Santiago.

Investigar para prevenir

El trabajo de campo en un gran incendio puede acarrear semanas. Nada comparado con lo que llega después. Las brigadas elaboran un informe pericial que en el futuro puede servir a un juez para imputar a un sospechoso :«Tiene que ser muy matizado», admiten, aunque con tantos años de experiencia a sus espaldas saben que las venganzas vecinales, las quemas para obtener pasto o las riñas entre cazadores figuran entre los desencadenantes más comunes.

Esa información se contrasta en ocasiones con la del resto de investigadores, aunque la suya es una relación condicionada por el protagonismo. Entre agentes de base la colaboración es «perfecta», pero José Manuel, también delegado sindical, protesta porque «muchas veces parece que la investigación solo la realizan las fuerzas de seguridad del Estado. Si se quiere acabar realmente con el problema, hay que hacer brigadas mixtas que se dediquen exclusivamente a investigación », concluye.

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