Uno de los debates celebrados ayer en La Coruña
Uno de los debates celebrados ayer en La Coruña - CEDIDA

El debate que gana al ruido

Un torneo celebrado en La Coruña certifica el auge del debate de competición

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El debate de competición es el triunfo tardío de Unamuno sobre Millán-Astray, cuando filósofo y militar se enfrentaron en aquella histórica conferencia en la Universidad de Salamanca. Es la reversión del «venceréis, pero no convenceréis». Esta vez, la persuasión derrota al grito, el argumento al ruido. El II Torneo Galego de Debate celebrado este fin de semana en La Coruña volvió a dar continuidad a una disciplina importada de las universidades anglosajonas más prestigiosas del mundo, pero que Galicia está aprovechando con sus propios mimbres.

Un debate de competición funciona así: dos equipos de entre dos y cuatro personas preparan una pregunta. En el caso del certamen organizado por la Escuela de Finanzas, se cuestionaba: «¿Deben liberalizarse los horarios comerciales?».

Después de investigar el tema en toda su complejidad, el sorteo de posturas decide cuál de los dos equipos debe posicionarse «a favor» y cuál «en contra».

Habitualmente hablamos de un grupo de universitarios «lo suficientemente locos» como para «quitar de su tiempo un rato para preparar este tipo de torneos». Lo dice la orensana Aida González, campeona del mundo de debate en español (CMUDE) en 2016. Después de enfrentarse al atril, el blanco y el negro se convierte «en una inmensa escala de grises»: «A mí el debate me salvó del plan Bolonia, de cumplir solo con el mundo académico y centrarse solo en ir quemando etapas».

«Aprendes a razonar de cara a tu vida: no solo académica, también sirve para tratar de que alguien te contrate o para pedirle a tus padres que te dejen salir de fiesta», explica María Táboas, estudiante de Derecho y presidenta del Clube Debate Compostela, la asociación que emergió como preboste del debate en Galicia. «Te pones en la piel de los demás, y eso en el plano personal, te cambia».

La palabra y empresa

También se alteran las prioridades profesionales. Los atriles de algunos de los torneos más importantes de España han catapultado la carrera de líderes políticos y empresariales. El de Albert Rivera —campeón nacional— es uno de los ejemplos más manoseados, pero cohabitan multitud de perfiles. Por eso, las grandes multinacionales han desplegado sus redes en estas citas. «No son ratitas de biblioteca, los oradores son personas que se han remangado y que el día de mañana estarán en una empresa en puestos ejecutivos», explica Eva Ortega, captadora de talentos de Lidl España, uno de los patrocinadores del torneo: «Cuando vemos a jóvenes talentos, la persona apunta muy bien, pero cuando se ponen delante de un directivo, decaen un poco».

El debate ayuda a suplir una demanda: la de las habilidades directivas. Venancio Salcines, director de la Escuela de Finanzas, la ha detectado y la explota. «Los empresarios gallegos no comunican —denuncia—, yo como tal a veces me siento un poco en solitario. Yo creo que es por pudor». Por eso o por incomprensión: «La sociedad todavía no lo entiende», reflexiona Salcines, que pronostica cambios en el modelo educativo: «Vamos hacia un modelo más flexible, que creará profesionales capaces de adaptarse. Ahí el debate encaja muy bien».

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