Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

Camino de la autodestrucción

Lo de menos para ellos es Paula Quinteiro y lo que pueda haber hecho. Lo que quieren, lo que siempre han querido, es la silla de Luís Villares

No se puede vivir eternamente en el alambre y en el permanente enjuague. Hay equilibrios que son imposibles y tarde o temprano acaba llegando el día de la caída. En el caso de En Marea ese día está cada vez más próximo. Hoy es más probable que ayer y menos que mañana la hipótesis de una escisión en su grupo parlamentario. La dimisión o no de Paula Quinteiro es solo una excusa, el pretexto de una ruptura anunciada hace tiempo. El estéril y pueril juego de tronos que se libra en el seno de la organización va a acabar llevándose por delante a la confluencia. Pasó con AGE y está pasando con En Marea.

Ese espacio político repite años después la misma senda de autodestrucción que ya siguió. La mayoría de los protagonistas son los mismos de entonces. Y, como entonces, los ideólogos de esa cíclica lucha por el poder prefieren esconderse detrás de la tramoya. Cambian las marionetas, pero el móvil del crimen no varía. BNG, AGE, En Marea. Habrá nuevos golpes de efecto, pero la trama es esencialmente la misma. Y el desenlace ya está escrito.

Todo vale y cuanto mejor, peor

Algunas de las familias que conviven en ese universo han demostrado esta semana que están dispuestas a todo. Incluso a salir en defensa de una diputada que en una disputa con la policía en un control nocturno por vandalismo hace ostentación de su condición de parlamentaria. Lo de menos para ellos es Paula Quinteiro y lo que pueda haber hecho. Lo que quieren, lo que siempre han querido, es la silla de Luís Villares. Esta vez han jugado demasiado sucio. Saben, porque lo saben, lo que hay. Y saben también lo que toca hacer ineludiblemente. Utilizar algo así para minar la escasa autoridad interna que le pueda quedar a su portavoz y aprovechar para ningunearlo públicamente con un episodio de esta naturaleza es sencillamente una inmensa torpeza.

Ahora, si Quinteiro no dimite, la pelota está en el tejado de Villares. A un líder se le mide por la audacia que demuestre para gestionar situaciones críticas. Hasta ahora el fracaso es clamoroso. En su mano está seguir aceptando sumisamente la humillación y saberse amortizado políticamente. Quinteiro, con su injustificable comportamiento, y el sector crítico, con su mezquina actitud, le han regalado a Luis Villares una última oportunidad para coger el toro por los cuernos.

La olvidada importancia del respeto

Al margen de la guerra cainita que se traen los rupturistas, lo sucedido deja otra conclusión. En algunos ambientes de nuestra sociedad viven en una permanente sobredosis de prepotencia. Apelar al rancio «no sabe con quién está hablando» es una demostración inadmisible de soberbia y arrogancia. Ese tipo de conductas no responden a un error puntual provocado por una mala noche. El problema es que detrás de esos comportamientos se advierte una intolerable pretensión de superioridad moral de quien se cree por encima del bien y del mal.

La izquierda de este país lleva demasiado tiempo instalada en discursos supremacistas. Con una indecorosa y creciente agresividad gestual y verbal. En el Parlamento y en esa taberna moderna a la que llaman «redes sociales». Desde una desmedida altanería y una inexplicable pretensión de impunidad. El problema es cuando toca aplicarse a sí mismos la medicina que ellos recetan a los demás. ¿Qué estarían diciendo si el episodio atribuido a Paula Quinteiro hubiese sido protagonizado por algún cargo electo de otro partido? ¿Cuántos improperios hubiésemos escuchado si el jefe de filas de esa organización se pasase días esquivando a los medios de comunicación para evitar referirse a lo sucedido? Sí, siempre ha sido más fácil ver la paja en ojo ajeno que la viga en el propio, pero, caramba, un poquito de coherencia.

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