BARCELONA

Sant Antoni, ¿oportunidad o amenaza?

El barrio barcelonés afronta con ilusión, y a la vez incertidumbre, la reapertura de su mercado el próximo miércoles

Una pareja de turistas, anteayer, con el mercado de lejos INÉS BAUCELLS
Anna Cabeza

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Todas las miradas puestas en Sant Antoni. Tras décadas deseando la reforma, y tras casi nueve años de obras reales, el mercado del barrio, el más grande de toda Barcelona, se prepara para abrir de nuevo sus puertas este miércoles y seguir así escribiendo su historia como un referente arquitectónico, comercial y vecinal de Barcelona. Sin embargo, a la ilusión por ver la nueva cara del mercado se le suma la incertidumbre sobre cómo esta transformación se acabará de digerir en un barrio castigado por la gentrificación y en la que vecinos y comerciantes están cambiando.

La duda que pesa en el barrio estos días es si el nuevo mercado será una oportunidad o una amenaza. Algunos miran a sus vecinos del Raval, el más reciente exponente de la transformación urbanística en Barcelona. Su intervención a finales de los ochenta atrajo vida y negocios a una zona especialmente degradada, pero su nueva imagen, muy «turistificada», ha sido criticada y es, para muchos autóctonos, la culpable que de ahora el barrio esté nuevamente afectado por la dejación. En Sant Antoni, la realidad es otra: hasta ahora se ha instaurado la resignación –y la reivindicación de parte de sus vecinos– ante lo que puede venir. Y lo cierto es que ya que se han dado demasiados casos de expulsión de vecinos y empresarios como para que no salten las alarmas.

A modo de ejemplo, Carles, cerca de la calle Sepúlveda, ha conseguido que le renueven su contrato con una subida del alquiler de menos de 100 euros. Su finca, sin embargo, está siendo reformada y teme que tarde o temprano les querrán echar del piso para destinarlo a un uso turístico. Roberto y sus amigos, que viven cerca de Gran Via con Casanova, han visto como el coste mensual se encarece «solo» en 150 euros. «Estamos muy contentos, no lo esperábamos», comentan sintiéndose unos afortunados. Otros han vivido situaciones más amargas: aumentos inasumibles de 200 o 300 euros o presiones para abandonar la vivienda se han repetido una y otra vez.

Como en otros mercados

Muchos han visto esta nueva realidad de Sant Antoni, con un mercado como protagonista, como la repetición de la historia que ya vivieron Santa Catarina o La Boqueria –o, por ejemplo, en Madrid con el mercado de San Miguel o San Antón – tras su lavado de cara. Estos equipamientos han dejado de ser «un centro de comercialización» vecinal para convertirse en «un espacio turístico y un centro de consumo para las clases medias que progresivamente llegan al barrio a partir del proceso de gentrificación que ha experimentado», explica Iolanda Fresnillo, de Ekona SCCL una cooperativa sobre economía en el ámbito público.

Fresnillo, que expone los riesgos y oportunidades de la renovación de mercados en la revista Barcelona Metropolis, ve evidente «el peligro de turistifación y elitización del mercado, con su atractivo arquitectónico y de ocio gastronómico». Concluye que para evitar la expulsión vecinal hacen falta herramientas y, en este sentido, destaca el paso que supone el nuevo plan de usos en el barrio o la suspensión temporal de la concesión de licencias impuestas por el gobierno de Ada Colau.

Gentrificación «inevitable»

«La gentrificación y sus efectos inmediatos son inevitables en cualquier operación de este tipo, está pasando en todas partes», destaca a ABC Maria Rubert de Ventós, arquitecta y catedrática en Urbanismo en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). A su parecer, lo peor de las dinámicas inmobiliarias y comerciales que afronta Sant Antoni es que «se acaban rompiendo estructuras personales» y la mejor manera de intentar revertir estos efectos pasa por conseguir «insertar vivienda pública de alquiler como sea en estas zonas».

Más allá de la ingente necesidad de vivienda en el barrio –la misma que requieren otras zonas gentrificadas como el Raval o Poble Sec–, Rubert de Ventós destaca que Sant Antoni tiene de positivo que es un barrio que ya tiene establecidos sus vecinos, su público y sus locales y lo compara con otros casos de masificación exagerados, como los que se han podido vivir recientemente en el High Line de Nueva York o el Le Marais en París. «Aquí hay un barrio formado y una ciudad con inercia y con capacidad de contrarrestar todo efecto negativo», sentencia.

Sobre el detalle de la reforma, Rubert de Ventós ve como punto más cuestionable el hecho de que la ciudad esté haciendo una clara apuesta por reducir el tráfico rodado y, por el contrario, el mercado tendrá un gran aparcamiento. Por el contrario, incide en que el caso de Sant Antoni debe servir como ejemplo de futuras actuaciones urbanísticas de la ciudad, como la transformación de La Modelo: allí sí que se está a tiempo de buscar al fórmula para incluir vivienda, clama.

Rubert de Ventós recuerda que, al fin y al cabo, la de Sant Antoni es «una rehabilitación muy profesional de una joya de la ciudad» y que además es «un proyecto muy pactado, muy reclamado y muy consensuado» , por lo que tiene que verse como una «oportunidad para generar espacio público en un lugar muy compacto de la ciudad».

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