Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Polillas

¿Un gobierno democrático –quizá habría que poner comillas- que incumple la ley? En la Cataluña nacionalista del “proceso”, todo es posible

Miquel Porta Perales
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Por obra y desgracia del “proceso”, la Cataluña política –una parte de la misma, para ser exactos- es lo más parecido al mundo al revés. Ahí tienen ustedes a unos encausados por la consulta del 9-N -un ex presidente de la Generalitat y dos consejeras-, suspendida por el Tribunal Constitucional, que afirman que se trata de un “aquelarre judicial”, que es “un honor ser procesado”, que lo “hicieron bien”, que “volverían a hacerlo”, que lo “hicieron con garantías democráticas”, que estaban “legitimados para hacerlo” y que todo obedecía a un “mandato democrático”. Pocos dudan que la petición de la Fiscalía se ajusta a lo que marca la ley. Oigan, en una democracia las leyes y las resoluciones de los Altos Tribunales se cumplen.

Y los encausados lo sabían. Y conocían también las consecuencias del incumplimiento de la resolución. Pese ello, hay suficientes indicios para afirmar que colaboraron de forma activa en dicho incumplimiento. ¿Un gobierno democrático –quizá habría que poner comillas- que incumple la ley? En la Cataluña nacionalista del “proceso”, todo es posible. El mundo al revés. El hecho diferencial debe residir en eso.

Un mundo al revés que al nacionalismo catalán le va como anillo al dedo. Un mundo que el independentismo fomenta y alimenta en beneficio propio. ¿Qué busca? Más tensión y más victimismo. Apelar a la dignidad nacional ofendida y transformar al adversario en enemigo. Autoinculpaciones y movilizaciones callejeras en defensa de la causa y de las víctimas inocentes. En definitiva, el encausamiento brinda oxígeno a un proceso en fase de colapso. Y brinda réditos ideológicos, políticos, sociales, mediáticos y electorales a unos partidos o coaliciones que ya están preparando los comicios autonómicos del año que viene. Por eso, Carles Puigdemont se sube al tuiter y afirma que su “vergüenza es nuestra fortaleza. No estáis solos: somos más los que preferimos las urnas a las polillas. Las que han apolillado la democracia”. Cierto, el problema son las polillas.

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