Oti Rodríguez Marchante - BARCELONA AL DÍA

No falta músculo, falta cerebro

El «tantán» oficial manda señales de que al proceso le falta músculo

Oti Rodríguez Marchante
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Cualquier observador a cierta distancia sentimental de los vaivenes de la política catalana se sentirá, ante ellos, tan seguro como ante cualquier previsión climática, o sea del mañana llueve a la mañanita soleada. Y días después de una demostración de músculo del separatismo, con varios miles de personas que se concentran para ciscarse en el Estado, en sus leyes y en su justicia, se empieza a notar en sus “ideólogos” y columnistas más entusiastas una intención climática contradictoria: rayos y truenos en la mañanita de sol. No es que desde este punto de observación tan distante del “proceso” se quiera dar mucha importancia a que un porcentaje mínimo (pero abundante, en todo caso) de catalanes acuda con su bandera estelada al primer pitido, pero sorprende que ellos mismos, lo dueños del silbato, coincidan en el poco valor social y legal tiene eso.

El “tantán” oficial manda señales de que al proceso le falta músculo, y el poco que tiene lo gasta en darle mojicones y trompazos a un saco de gimnasio…, y aunque uno esté un poco de acuerdo con ese diagnóstico, le preocupa aún más lo equivocado que está en lo esencial: si algo tiene el “proceso” es bíceps, y si de algo realmente importante adolece desde su justo comienzo es de cerebro. Un vistazo somero, sin profundizar mucho, en el centro de inteligencia, o cuadro de mandos, de este carromato dando brincos fuera de los márgenes de la senda es entre desolador y patético. Es absurdo echar ahora en falta músculo en ese “cuerpo”, cuando desde el comienzo se hacía evidente su falta de cerebro…, y un breve repaso de nombres, desde Artur Mas, el caballo de Atila para él sus alrededores, hasta los Puigdemont, los Muntés, Forcadells, Homs, Tardás, Rufianes y demás, sugieren una imagen, digamos grosera de la estabilidad: como un pie con cinco dedos pulgares bien gordos. Y como es natural, el ciudadano catalán se siente incómodo, vulnerable, ante estos cambios de aires tan rotundos, un día tramontana y otro calma chicha, un día sentimientos amasados y aliñados, y otro día un atisbo de razón. Y no hay que ser el hombre del tiempo para sospechar el clima que habrá en un futuro cercano cuando alguien, tan armado intelectual y maliciosamente como Soraya Sáenz de Santamaría, se ponga a bailar pegados con semejante comparsa pachanguera.

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