Ignacio Miranda - A MI VEREDA

Santi Potros vota

«...resulta inevitable recordar que los muertos no ejercen este derecho tan elemental porque un día ETA les arrebató el primero de todos: la vida»

Ignacio Miranda
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Según ha trascendido esta semana, el recluso etarra de la prisión salmantina de Topas Santiago Arróspide Sarasola, alias Santi Potros, ha ejercido su derecho a voto -por correo- junto a otros seis correligionarios de la misma cárcel para elegir el nuevo Parlamento vasco en los comicios de mañana. La noticia genera sentimientos contradictorios este sábado de vendimia, jornada de reflexión que coincide curiosamente con la festividad de La Merced, patrona de Instituciones Penitenciarias, cursi eufemismo administrativo para omitir términos como penal o presidio.

Por un lado, los terroristas asumen que con las urnas se llega más lejos que con las pistolas, conclusión que han tardado varias décadas en descubrir. El dictamen de la voluntad popular surge de las papeletas depositadas libremente, no del silencio de una sociedad amedrentada.

Por otro, resulta inevitable recordar que los muertos no ejercen este derecho tan elemental porque un día ETA les arrebató el primero de todos: la vida. Nuestra democracia ha sido bastante más generosa con los asesinos que con las víctimas y sus familias, dolorosa realidad que vivimos el jueves cuando el pío ministro del Interior tuvo a bien recibir a la viuda y el hijo de un policía nacional ejecutado hace 34 años, quienes piden que no se olvide su caso para evitar que prescriba.

En el macabro historial de Santi Potros, condenado a más de 3.000 años, figuran el atentado de la Plaza República Dominicana en Madrid, en el que murieron doce guardias civiles, y la matanza de Hipercor en Barcelona, con veintiún fallecidos, entre ellos cuatro niños. Con 68 años, su estancia en Topas refleja una conducta intachable, como ocurre entre los etarras que en sus celdas casi alcanzan la santidad. A comienzos del verano contrajo matrimonio, porque casarse junto al Castillo del Buen Amor, aunque sea entre rejas, no deja de tener su encanto incluso para un desalmado.

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