Ignacio Miranda - POR MI VEREDA

Pilar Miró

En este PSOE poliédrico, tan pronto aquerenciado hacia las huestes podemitas como enardecido defensor de la unidad de España en medio de una descomunal empanada, a veces también aflora el sentido común

Ignacio Miranda

Rigoberta Menchú se ha quedado sin calle en Valladolid como todos nos quedamos sin abuela. La voluntad del alcalde, Óscar Puente, de cambiar de nombre una vía de connotaciones franquistas para dedicársela a la activista maya ha durado solo unos días, pero eso ya es una eternidad en comparación con la independencia catalana declarada y abortada «ipso facto». La Premio Nobel de la Paz, abducida o desinformada, ha asegurado en las redes sociales que se solidariza con el pueblo de Cataluña agredido por la Policía y clama por el derecho de autodeterminación.

Le ha faltado únicamente referirse al «España nos roba», que viene ser la versión moderna peninsular de la opresora conquista española de América. La letanía que tanto utilizan algunos, con el argumento de los derechos humanos sobre el trasfondo de la leyenda negra, para manipular la historia y hacernos creer qué perversos y ambiciosos eran Hernán Cortés o Pizarro, obviando al tirano genocida Moctezuma. De manera que, para evitar polémicas innecesarias, el regidor vallisoletano ha reculado acertadamente. Una decisión que demuestra que en este PSOE poliédrico, tan pronto aquerenciado hacia las huestes podemitas como enardecido defensor de la unidad de España en medio de una descomunal empanada, a veces también aflora el sentido común.

La calle de marras va a llevar al final el nombre de Pilar Miró, que en una ciudad tan ligada al cine tiene su lógica. De paso, rescatamos del injusto olvido a aquella mujer feble, de trato bronco, con talento y personalidad audaz, que tuvo que enfrentarse a un consejo de guerra por su memorable película «El crimen de Cuenca», antes de dirigir Televisión Española. Lo del escándalo de los vestidos de Purificación García y los complementos de Loewe, en cuyo juicio por malversación fue absuelta, provenía sobre todo de fuego amigo. Como vemos, esto de los trapos en la vida pública no empezó con Francisco Camps.

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