Antonio Piedra - No somos nadie
Hombres como yo
Resumen fatídico e inasumible el de Ortega Lara. Una vergüenza colectiva que salpica a España desde hace ahora 20 años
ANTONIO PIEDRA
Resumen fatídico e inasumible el de Ortega Lara. Una vergüenza colectiva que salpica a España desde hace ahora 20 años. Quienes fuimos testigos de aquel secuestro y desenlace -todos los españoles vimos a un hombre que salía directamente de los campos de concentración del nazismo más repugnante como el de Auschwitz o del Gulag soviético-, los juegos florales que el viernes y ayer sábado ofrecieron Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, para salir airosos de una investidura que en plena cuesta de enero ya ennegrece hasta el cuero, semejan una broma macabra. Los políticos parece que han secuestrado la voluntad del votante para hacer acopio de cambalaches y tropelías como en cualquier tiranía bananera.
Hablo de resumen fatídico porque ya en aquel entonces fuimos varios -pocos, pero bien claro- quienes denunciamos la deriva de una política que, para hacer justicia con las víctimas, miraba de soslayo a los verdugos, asesinos y criminales de ETA con una complacencia extraña y comprensiva. Tan extraña y perversa que un coronel del ejército -muy progresista él, por cierto- nos lanzó, en una de las aulas primas de la Universidad de Valladolid, esta profecía que nos dejó con la boca abierta, al tiempo que produjo incredulidad y polémica entre la rojería que escuchábamos: «Verán con asombro cómo un mando del ejército se cuadrará ante ETA o su franquicia».
Lo hemos visto con la indecencia en justicia que señalaba Gracián: con «textos de escapatoria». Esos procedimientos por los que alguien hace lo contrario de lo justo. Que esto lo haya hecho el propio partido de Ortega Lara -el PP-, indica hasta qué punto puede ser despreciable un político. Cuando Jorge Fernández puso en libertad a Bolinaga, el ministro de Rajoy se inventó un texto de escapatoria: libertad para el asesino o «prevaricación». Y fue así cómo los mandos policiales se cuadraron ante la banda criminal. Sólo falta la rúbrica que, con el visto bueno del Consejo de Estado, se hará efectiva en cuanto Iglesias convierta a Sánchez en Presidente de las repúblicas bolivarianas e iraníes confederadas. Recalco también lo de resumen inasumible, porque no estamos en una comedia como Las preciosas ridículas de Moliére, en donde las amargas lecciones se parecen, como una gota a otra gota, a la caricatura de los políticos españoles. Ortega Lara, como hombre de excepción, entra en la categoría dramática de La vida es sueño de Calderón. En la escena V de la Jornada II, los hombres con honor se rebelan contra el destino. Aquí un criado, al que Segismundo tira por un balcón, le espeta: «Con los hombres como yo/ no puede hacerse eso». Y el insensible Segismundo, como si se tratara de una broma zapaterista, repuso: «Cayó del balcón al mar/ ¡vive Dios que pudo ser!». Qué bandidos y míseros los príncipes cuando no son ellos los que salen disparados por los aires...
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