Artes & Letras

El club regional de la comedia

Frente al tópico del seco carácter castellano y leonés, un nutrido grupo de humoristas de la Comunidad se suben a los escenarios de todo el país

El humorista Leo Harlem ICAL

C. MONJE

De los cuatro cómicos «concursantes» en Cero en Historia, un programa de humor sobre curiosidades históricas que cuenta con la periodista Nieves Concostrina como asesora (Movistar+), dos son de Castilla y León. El presentador, Joaquín Reyes, despidió la segunda temporada entregándole el diploma de ganadora a Sara Escudero, por «no dar puntada sin hilo». Esta abulense de Arenas de San Pedro forma parte de la hornada de nuevos humoristas que se dio a conocer contando historias en los bares. Comparte plató con el vallisoletano JJ Vaquero, otro monologuista fichado para un espacio televisivo que ha roto con los formatos típicos del género.

La segoviana Eva Hache alcanzó la popularidad por la misma vía del monólogo humorístico, aunque lo suyo venía de atrás. Su afición por el teatro comenzó en las extraescolares del instituto, durante sus estudios de Filología Inglesa en la Universidad de Valladolid formó parte del Aula de Teatro y después ingresó en la compañía de Juan Antonio Quintana. Los cientos de funciones que hizo de El avaro de Molière no tienen quizá la repercusión de cinco minutos en la pantalla, aunque su escuela estuvo ahí y lo aprendido la ha llevado a hacer televisión, más teatro y cine.

Eva Hache ha compartido programas y escenario con otro aplaudido monologuista y cómico de la Comunidad, el leonés Leo Harlem. Durante años, muchos clientes del local de copas vallisoletano del que tomó su apellido artístico disfrutaron gratis de su humor espontáneo tras la barra. Hasta que un amigo le convenció de que esa chispa natural podía tener un caché. Y ahí sigue, con la tercera temporada en teatros de Hasta aquí hemos «llegao» y colaboraciones habituales en televisión y radio.

También ha tocado los palos de todos los medios el salmantino Quequé, incluso antes de ganar el concurso El Club de la Comedia. Sus primeras colaboraciones fueron en emisoras de radio y televisión de Salamanca, y su mordaz visión de la realidad se ha asentado ahora en La Vida Moderna de la Ser y Loco Mundo de Movistar+. Con un perfil diferente, la vallisoletana Patricia Conde se cuenta entre los rostros conocidos que se han subido a los escenarios para interpretar monólogos, pero en su caso cuando ya tenía recorrido como presentadora de programas de humor.

El género despertó algún resquemor cuando empezó a acaparar escenarios frente al teatro tradicional

La nómina de cómicos todoterreno continúa con el leonés Dani Martínez, quien se dio a conocer con imitaciones, ahora embarcado en el programa de Cuatro Dani&Flo. En este espacio humorístico participa Nacho García, parte del equipo de Humor de Protección Oficial que cada año repite en la cartelera de las fiestas vallisoletanas y que completan sus paisanos Quique Matilla, Alex Clavero, Fran el Chavo y JJ Vaquero.

Pero la lista es mucho más larga si se incluye a quienes llevan años en el oficio sin contar con la popularidad que implica la presencia habitual en cadenas de ámbito nacional. El vallisoletano Sergio Encinas, los sorianos Sergio de Miguel y Nano, o el mago zamorano «con vis cómica» Miguelillo... entre otros muchos, como advierte un humorista que sigue ahí después de casi dos décadas, Martín Luna. No solo hay «un elenco enorme de cómicos en Castilla y León», sino que además «son muy buenos», dice este vallisoletano que compagina un trabajo «serio» con bolos semanales y colaboraciones en el Hoy por Hoy local de la Ser.

Esa proliferación de cómicos parece echar por tierra algún tópico. ¿No son tan secos los castellano y leoneses como los pintan? «Para nada. De hecho, los mejores humoristas que conozco son mis amigos de León. Creo que tenemos una ironía que sabemos utilizar muy bien», responde Dani Martínez. Coincide Eva Hache: «Es cierto que el carácter mesetario, así generalizando, es menos extrovertido que el que se asocia a otras comunidades autónomas, pero no es más que una apreciación un tanto prototípica. Ni todos los castellanoleoneses son rancios ni todos los andaluces graciosísimos. Puede ser que no seamos prolíficos pero indudablemente dominamos ironía e ingenio». Y tampoco se desmarca Sara Escudero: «Es verdad que tenemos esa fama los castellanos, ¡coles! Pero creo que no es así, que en este sentido la lana no la cardamos nosotros. Lo que pasa es que tenemos inviernos muy duros y eso... pues hombre... puede marcar un poco lo regio en el ADN».

Creen que el ingenio no se adquiere, pero para vivir del humor no basta con ser gracioso. «Es como en cualquier otra profesión: algo tienes desde siempre dentro que te lleva a ese camino vital. Pero no vale con eso: hay que trabajarlo, aprender, fallar, acertar... forjarse, y yo siempre sueño y abogo por sentirlo siempre (la comedia, la medicina, la informática, la docencia... ¡lo que sea!) con la misma ilusión del primer día pero con la sabiduría del último», señala Sara Escudero. «Yo creo que es algo innato, ahora bien, se entrena. Escribiendo mucho, haciendo directo... todo ello suma a tu improvisación y tener la mente ágil», corrobora Dani Martínez. «Se pueden aprender técnicas, teorías y herramientas, pero me temo que el que cuenta chistes o anécdotas sin gracia... se va a quedar igual. No es tanto ser ingenioso o gracioso sino tener un don para comunicar, de generosidad», apunta Eva Hache.

Futuro

El monólogo cómico irrumpió en España hace dos décadas en circuitos de bares y formatos televisivos como El Club de la Comedia. No se quedó en una moda pasajera y parece que le queda cuerda para rato. «Al final es un ‘cuenta historias’ como lo hay en todos los grupos de amigos. Es la manera más primitiva de hacer reír y por eso creo que perdurará en el tiempo», augura Dani Martínez. Para llegar ahí ha tenido que depurarse mucho, señala Eva Hache: «Cuando empezamos en esta disciplina ni siquiera el público estaba acostumbrado, hemos aprendido, mejorado y, ahora que se ha asentado, tiene tanto futuro como la vida misma».

Martín Luna continúa en el circuito de locales que proponen este tipo de espectáculos y confirma esa evolución: la crisis frenó un exceso de oferta y demanda en que no siempre primaba la calidad. Además, el cliente se ha diversificado y en muchos casos ya no vale el texto fijo. «Se ha personalizado, tienes que preparar un monólogo específico para eventos concretos de empresas, bodas...», explica este cómico que resalta el compañerismo del gremio. «Muchos tenemos muy buena relación, Entre nosotros hay muy buen rollo, nos pasamos trabajo. Cuando tú no puedes actuar una fecha, recomiendas a un compañero».

El humorista leonés Dani Martínez ABC

El género despertó algún resquemor cuando comenzó a acaparar escenarios frente al teatro tradicional, dos mundos paralelos obligados a entenderse. «El monólogo no es teatro, no tiene cuarta pared. No es un ‘quítate tú pa ponerme yo’ que diría mi abuela. No hay que elegir. Amo el teatro y, como bien decía Lorca, la relación de un pueblo con el teatro es el mejor medidor de la psique de ese pueblo. Y el stand-up comedy es otra cosa: es risa desde uno hacia todos los que estén delante y con todos ellos. Es un discurso desde la voz cómica de esa persona, que no personaje», aclara Sara Escudero.

Eva Hache ratifica la misma idea: «Son formas diferentes de hacer, igual que es distinto el teatro, el cine o la televisión y conviven con normalidad. De hecho, me parecería muy buena idea que el monólogo se aprendiera en escuelas de teatro. Es un arte muy complicado y lo que uno aprende intentando hacer reír desde la soledad del cómico es tremendamente duro pero también revelador». Dani Martínez asegura no haber escuchado a nadie que este tipo de espectáculo perjudique al teatro y se suma a la reivindicación del género. «El monólogo cómico o dramático se lleva haciendo siglos. El Brujo trabaja el monólogo, por ejemplo. Creo que es una de las formas de dirigirte al público más complicadas. Eres tú solo, frente al público».

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