Antonio Illán Illán - Crítica

Una «vida es sueño» con mucho «Temple»

Un espectáculo teatral muy digno, sorprendente y creativo, y muy recomendable para atraer al teatro clásico a espectadores muy variados, y especialmente a la gente joven

ABC

POR Antonio Illán Illán

El consolidado equipo de Teatro del Temple , compañía con una trayectoria estable de más de veinte años, se ha atrevido con una propuesta, en cierto modo innovadora en algunos aspectos, del cásico más clásico del teatro barroco, «La vida es sueño» de Calderón de la Barca. El texto de esta obra es uno de los más populares y conocidos del Barroco español y no es raro encontrarse con espectadores que recitan por lo bajo lo que están diciendo los actores en el escenario; y algunos pasajes son tan populares que incluso el respetable se arranca con aplausos como tras el famoso cierre «…que todo en la vida es sueño y los sueños sueños son».

«La vida es sueño» es una obra con mucha sustancia , con abundante sustrato ideológico y con una manera de ver el mundo propia de un tiempo, con un lenguaje excelso y una sonoridad magistral en la composición. El secreto del drama de Segismundo no es otro que la afirmación de que el hombre no está unido al cosmos, sino que se halla, al margen de la Naturaleza, en manos de Dios, como se puede comprobar en uno de los primeros monólogos en el que el héroe se compara con los otros elementos de la Creación. En el fondo lo que se plantea es el dilema entre la predestinación y el libre albedrío, resuelto a favor de este último a través de un penoso camino de autonegación y desengaño, es decir, la típica constatación barroca de que en efecto la vida es sueño. Ese caballo desbocado con el que comienza la obra (hipogrifo violento) es el símbolo más perfecto de la concepción barroca de la vida: arrebatamiento y pasión iniciales que será preciso sofocar con todo cuidado; una dicotomía violenta y dolorosa entre acción y contención, que terminará en el autodominio y en la conciencia de inutilidad de todo lo auténticamente vital. «Acudamos a lo eterno» es la frase clave de la obra: olvidemos falaces valores, renunciemos a todo, reconozcamos el fracaso del hombre en el mundo. Es en puridad la idea de la contrarreforma. Y luego está la apelación constante a la vida y la muerte. El uso frecuente del oxímoron por parte de Rosaura, Segismundo, Basilio, Clarín y Estrella prepara al espectador para que se establezca una relación íntima entre la vida y la muerte, entre el nacer y el perecer, entre el sueño y lo transitorio de la existencia. En suma, Calderón nos propone la aceptación por parte del hombre barroco de un concepto del mundo senequista totalmente irracional, idealista y negador de los valores humanos.

Todo este contenido tan filosófico se traduce en la forma de una trama entretenida y teatral con los enredos calderonianos habituales cuyo eje es la honra. Los conflictos amorosos, sociales y de poder se resuelven con un final feliz, que deja a todos contentos. El orden y el equilibrio se imponen tanto en las parejas (Segismundo/Estrella y Astolfo/Rosaura) como en la institución de la monarquía (Basilio/Segismundo).

Y aquí viene el trabajo de Teatro del Temple para dar vida a estas ideas y ser capaces de llegar al pragmático y liviano mundo que nos toca vivir. Su propuesta, en una corte sin tiempo y espacio determinados, con unos exóticos figurines y una caracterización chocante de los personajes, que no definían época, una iluminación de contrastes, una escenografía funcional y la variada música en directo (presente durante toda la representación), ha resultado imaginativa, sorprendente y apropiada para no dejarse atrapar por los conceptos calderonianos. Han querido, sin olvidar lo clásico y siendo bastante respetuosos con el texto, que el público se divierta. Creo que lo han conseguido.

La dramaturgia, ideada por Alfonso Plou y dirigida por Carlos Martín , ha magnificado las formas del gracioso Clarín, lo que siempre es un respiro en un texto tan denso; ha buscado el equilibrio en el personaje de Basilio; ha matizado con fuerza a Rosaura, Astolfo y Estrella; y ha dado protagonismo con voz y movimiento al personaje que está en todos los intríngulis de la trama, Clotaldo. El Segismundo merecería un comentario extenso, ha sido dibujado sin la realeza, la pasión y las convicciones que esperamos de un príncipe; en ocasiones parece un personaje salido del cómic (dicho esto no como un desdoro); y su expresión y dicción estaba más cercana al trato entre colegas que en la altura de un poderoso y culto filósofo; pero todo ello ha hecho de él (aunque no parezca calderoniano) un personaje simpático que ha llegado a la gente. La interpretación en general ha sido correcta, con algunos altibajos y con algunos gritos de más. En la dicción del texto en verso yo matizaría más el ritmo sintáctico, sin renunciar a otras pausas menores, pero es que se entiende mejor si tenemos en cuenta que la oración (conjunto ordenado de palabras con sentido completo) es el trozo de discurso comprendió entre dos pausas. En ocasiones también la percusión (no la música) es un ruido que interfiere e impide seguir el texto y disfrutar de su complejidad.

Al final de la representación, el público se mostró contento y agradecido y lo demostró con la calidez de sus aplausos.

«La vida es sueño» de Teatro del Temple es un espectáculo teatral muy digno, sorprendente y creativo, y muy recomendable para atraer al teatro clásico a espectadores muy variados, y especialmente a la gente joven. Es de aplaudir que la organización del Teatro de Rojas haya elegido esta obra entre las que se ofrecen al público juvenil en la campaña escolar.

Título : La vida es sueño. Autor: Pedro Calderón de la Barca. Compañía: Teatro del Temple. Dirección : Carlos Martín. Dramaturgia : Alfonso Plou. Intérpretes: José Luis Esteban, Yesuf Bazaán, Félix Martín, Minerva Arbués, Francisco Fraguas, Encarni Corrales, Alfonso Palomares, Gonzalo Alonso (músico). Escenografía : Tomás Ruata. Iluminación: Tatoño Perales. Vestuario: Ana Sanagustín. Producción: Pilar Mayor y Alba Moliner.

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