Pili, en primer término, el pasado sábado en Toledo, delante de sus compañeras y preparadores del equipo Águilas
Pili, en primer término, el pasado sábado en Toledo, delante de sus compañeras y preparadores del equipo Águilas - Beatriz Puebla

El rugby te da alas

Para jugar con las «Águilas» de Toledo, Pilar Carreras tiene que recorrer cuatro mil kilómetros en avión, autobús, tren y coche desde su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria

Toledo Actualizado: Guardar
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Vive, trabaja y entrena al rugby en Las Palmas de Gran Canaria, pero juega en Toledo. Con las Águilas, el equipo femenino del Club Rugby Toledo. El amor de María del Pilar Carreras González (Las Palmas, 1981) por el balón ovalado no tiene límites. Tanta es su pasión que esta auxiliar de enfermería ha recorrido esta temporada cuatro mil kilómetros cada vez que ha jugado de pilier (delantera) con su equipo.

El trayecto que hace Pili pilier, como se la conoce entre las águilas, para competir es el siguiente: desde Canarias hasta Madrid en avión, en autobús a la estación de Atocha, tren hasta Toledo y, ya en la Ciudad Imperial, en coche de alguna compañera al campo de juego (siempre que el partido sea en casa).

Después del encuentro, y muchas veces sin minutos para disfrutar del tercer tiempo, vuelta a Canarias, que al día siguiente hay que trabajar en la clínica privada donde Pili lleva empleada doce años.

El origen de su afición

«El rugby me da la felicidad», espetó a su madre cuando su progenitora le dijo que lo suyo por este deporte se lo tenía que hacer mirar. Con ese bendito frenesí por el balón ovalado lleva tres años: la temporada 2014-2015 fichó por las toledanas, la pasada campaña jugó con el Sanse Scrum de San Sebastián de los Reyes (Madrid) de División de Honor y esta campaña ha vuelto con las águilas para participar en la liga regular madrileña, formada por doce equipos.

Pero su afición no le viene desde la cuna. El primer sarpullido por el rugby emergió en 2012: Elena Darve, una enfermera compañera de Pili en la clínica donde trabaja, «me tenía loca» para que entrenara con el equipo femenino del club Las Palmas. Ella se resistió hasta que coincidió con jugadoras de la plantilla en un carnaval... y hasta ahora.

En la actualidad, entrena martes y jueves, de 20.30 a 22.30 horas, con los chicos y las chicas del club canario. Pero en Gran Canaria no hay liga femenina, por lo que Pili indagó y gracias a Lidia, una de las capitanas de las águilas, llegó al equipo toledano en 2014.

Para viajar hasta la península ibérica —el billete de avión le sale más económico por residir en Canarias—, tiene que cambiar turnos de trabajo con el fin de que su libranza coincida con un partido de las águilas. Su viaje de ida y vuelta a veces dura un suspiro. «Las jugadoras contrarias se asombran cuando me oyen decir: ‘Me voy corriendo, que tengo que coger el AVE y luego un avión’».

Sin ir más lejos el pasado sábado, en el último partido de la liga regular madrileña, voló hasta Toledo por la mañana, jugó por la tarde y se marchó antes de que terminara el partido. ¿El motivo? A las 17.30 horas salía el tren para regresar al aeropuerto y volar a Canarias esa misma noche. Al día siguiente tenía que trabajar... 24 horas seguidas.

Otras veces, después de jugar los 80 minutos de un partido y por no molestar a sus compañeras, ha pasado ocho horas en el aeropuerto de Madrid y ha dormido allí para subirse en el primer avión de la mañana. «Llegas a pensar si merece la pena tanto esfuerzo... Pero descansas un poco y te das cuenta de que ¡claro que merece la pena. Es lo que tiene el rugby!», exclama.

«Ir a la Cochinchina»

Pili está muy agradecida a las águilas por su benévola actitud ante una situación tan anómala. «Es una satisfacción para mi entrenar en Canarias, llegar a Toledo, jugar y que mis compañeras lo comprendan. Me da apuro y siempre les pido disculpas», explica.

Ya con la liga regular terminada, en abril hará a pie el Camino de Santiago y volverá a jugar partidos amistosos con las águilas en mayo. ¿Y la próxima temporada? Aún no sabe si renovará. Lo está pensando. Seguramente Lola, su perra, tendrá mucho que decir. Aunque pesan más unas palabras de su madre: «Si el rugby es lo que te hace sonreír, como si tienes que ir a la Cochinchina».

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