Las manos que todo lo ven

Siete alumnos de la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE han realizado prácticas con pacientes en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo durante quince días

Manuel flexiona la pierna de Jerónimo para potenciar su musculatura Ana Pérez Herrera
Elisabeth Bustos

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Yasmina flexiona el brazo de Pablo oponiendo resistencia para conseguir fortalecer su musculatura. Ambos son jóvenes, con una madurez apabullante para su corta edad. La vida no les ha puesto el camino fácil.

Se conocieron hace dos semanas en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Ella, cántabra de 21 años, es invidente y estudiante de tercer curso del Grado de Fisioterapia de la Escuela Universitaria de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) . Es un importante apoyo para Pablo, quien tuvo un accidente de moto hace ocho meses e ingresó en este centro hospitalario con diagnóstico de tetraplejia.

«Para una persona como yo, que tengo una movilidad muy reducida —a día de hoy ha recuperado el movimiento en los brazos, muñecas y ahora trabaja las manos—, ver que alguien que no tiene nada de visibilidad pueda moverme es un ejemplo de que realmente querer es poder. En nuestras circunstancias, ayuda mucho tener personas así y ver cómo se superan. Es el mejor estímulo para nosotros », comenta este joven de 18 años, quien trabaja su rutina, como cada día, en el gimnasio de adultos del hospital.

El poder ayudar a los demás forma parte del ADN de Yasmina. Desde pequeñita siempre tuvo claro que quería orientar sus estudios a la salud. «Me siento bien si puedo hacer sentir un poco mejor a los demás. Los dos tenemos una discapacidad y me siento identificada con él», afirma con una sonrisa en su cara.

Parapléjicos, un gran estímulo

La discapacidad de Yasmina no le resta habilidad, como reconoce Carmen García, su tutora durante este periodo de prácticas. «Es una chica con mucha empatía y mucha destreza para no ver nada —resalta—. Es muy afectiva, y eso supone un 90% del tratamiento con estos pacientes ». Reconoce que al principio «intentas protegerlos pero luego te das cuenta de que ellos te piden estar solos. Llevamos muchos años colaborando con los chicos de esta escuela y siempre te sorprenden».

Yasmina flexiona el brazo de Pablo Ana Pérez Herrera

A pocos metros de Yasmina, en la camilla de al lado, trabaja Manuel, natural de Castellón y con una discapacidad visual grave. Coincide con su compañera en que estos días en Parapléjicos suponen un gran estímulo para ellos. «Estando aquí —dice—, te das cuenta de que tenemos que dar gracias a que nosotros tenemos una discapacidad, pero que hay gente con problemas muy graves y salen adelante, y nosotros realmente tenemos una pequeña limitación».

Manuel es «muy buen chaval», como reconoce Jerónimo, su paciente. Jerónimo es un jubilado a quien, el pasado junio, le reventó la vena aorta cuando iba en bicicleta. Ahora se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja porque, en pocos días, estará preparado (en el hospital los pacientes pasan un periodo de entre seis y siete meses, salvo excepciones) para enfrentarse a su «nueva» vida.

Manuel y Yasmina son dos de los siete estudiantes de la ONCE que durante quince días realizan sus prácticas de rehabilitación fisioterapeuta en Parapléjicos. Daniel, Iván, Awa, Guiomar y Félix completan la lista. Todos rotan por el centro para trabajar con pacientes en los gimnasios de adultos y en el de niños, desarrollan la electroestimulación, la fisioterapia respiratoria, hidroterapia... «Son chicos que vienen con una motivación y tienen una sensibilidad especial para tratar a los pacientes», reconoce Elena Ejido, tutora de Manuel.

Sensibilidad como la que demuestra Daniel, quien en su caso comparte prácticas con Raúl, estudiante de segundo curso de Fisioterapia de la Universidad de Castilla-La Mancha. Un tándem que se complementa a la perfección ya que, según afirma Javier Blas, su responsable, «lo que no sabe uno se lo explica el otro. Se nota la diferencia en años al ser de cursos diferentes, pero no en la discapacidad. Trabajan exactamente igual».

Estas prácticas suponen un beneficio suplementario para los pacientes con discapacidad física grave que, además de recibir una atención correcta y profesional, se sienten animados al ver el trabajo y el esfuerzo de los estudiantes. Tienen capacidades diferentes que, en absoluto, no son un obstáculo para cursar sus estudios universitarios y superar todo tipo de barreras que les pone la sociedad.

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