Las religiosas elaboran dulces en el obrador del convento
Las religiosas elaboran dulces en el obrador del convento - Ana Pérez Herrera

Dulce tentación en el convento

Las religiosas del convento de Comendadoras del Apóstol Santiago, en la toledana zona de los cobertizos, elaboran en su obrador más de una veintena de dulces artesanos y repostería sin azúcar para diabéticos

Toledo Actualizado: Guardar
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Los conventos de clausura guardan entre sus muros importantes tesoros culturales de la ciudad de Toledo. Gran parte de ellos han llegado intactos hasta nuestros días gracias al esfuerzo que generosamente dedican las religiosas. Hace años que las clausuras están viviendo una situación muy delicada. Grandes espacios que mantener de un gran valor patrimonial, falta de recursos y pérdida de vocaciones presagian un futuro poco alentador.

Las hermanas Comendadoras del Apóstol Santiago, orden afincada en Toledo desde 1502, forman parte de las poco más de 150 religiosas de clausura que habitan en los conventos de la capital castellano-manchega. Residentes en los cobertizos en pleno casco histórico y flanqueadas por el convento de los Padres Carmelitas y el de Santo Domingo el Real, estas novicias son la comunidad más numerosa de la ciudad, con una veintena de hermanas —quince procedentes de la India, dos de República Dominicana y tres son españolas—.

Conocidas en la ciudad como «las monjas de la guardería» (dirigen un parvulario), han encontrado en la repostería una vía alternativa de ingresos para subsistir en estos tiempos. «Desde 1961 hemos vivido de la guardería, incluso antes teníamos niños en lista de espera», reconoce sor Lucía. Pero, desde hace tres o cuatro años, el paro en las familias y la apertura de nuevos centros infantiles en colegios religiosos han reducido drásticamente el número de matrículas en la guardería de las Comendadoras del Apóstol Santiago, en la zona de los cobertizos.

El espectacular claustro renacentista de su convento justifica por sí solo una visita a este refugio religioso. A ello se suma, desde hace unas semanas, el dulce aroma a la entrada de este lugar. En su interior, las hermanas compaginan su labor docente con la de la elaboración de dulces artesanos, tras recibir las centenarias recetas de las hermanas comendadoras de su convento de Granada. En ese obrador andaluz han aprendido a elaborar más de una veintena de dulces, tales como bizcochos, magdalenas, flores y pastas..., aunque en su monasterio de la capital de Castilla-La Mancha también han inventado otros nuevos, como las toledanas o las galletas de almendras. «Sor Pilar tiene mucha inventiva y además le gusta mucho leer; ella nos enseña nuevas recetas que luego nosotras realizamos», afirma sor Lucía, la superiora del convento.

El secreto de los dulces

La presencia mayoritaria de hermanas asiáticas en la comunidad religiosa también se deja notar en la labor repostera. En concreto, en las flores de la India: esta variedad mezcla en la cocina tradicionales ingredientes, como la harina, el azúcar o el huevo, con otros más exóticos, como el cardamomo, una especia aromática oriunda del país asiático y que solo se puede encontrar en ese convento toledano.

Aunque reconocen que durante todo el año tienen dulces artesanos es, sin embargo, en esta época del año cuando incrementan su producción. «A finales de octubre y hasta que se pasan las fiestas navideñas, dos o tres hermanas se dedican un par de días por la mañana a esta labor artesanal. No obstante, cuando hay más demanda (como está ocurriendo estos días festivos de diciembre), puede llegar a haber hasta ocho en el obrador», explica la religiosa.

Dulces que se venden en el convento
Dulces que se venden en el convento - Ana Pérez Herrera

Ellas compran la masa porque aseguran que son muy costosas las máquinas que se necesitan para moler la almendra y el azúcar. Pero, a partir de ahí, todo el proceso lo desarrollan en el pequeño obrador del convento. Organizadas en una perfecta cadena de producción, todo el procedimiento está supervisado por la superiora y coordinado por sor Mercedes y sor Pilar, dos jóvenes y experimentadas monjas que se encargan de que todo quede perfecto para que los dulces lleven los ingredientes adecuados y el tiempo de cocción sea el indicado.

Pero el secreto mejor guardado de estos dulces únicos está aún por desvelar. Al cariño y la delicadeza de las manos que lo elaboran, las religiosas añaden el rezo de un avemaría. «Son dulces que hacemos con mucho amor y, además, ¡no engordan ni un miligramo!», asegura sor Pilar, de 87 años (la única monja toledana y la más veterana del convento), mientras amasa una porción de mazapán entre sus arrugadas manos.

Los productos se pueden comprar en la entrada del convento, llamando por teléfono, o también enviando un correo electrónico. Además, se pueden hacer pedidos para fechas especiales o acontecimientos familiares, como regalos para comuniones, bautizos o bodas. Estas religiosas quieren mantener a flote su convento a toda costa.

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