De los doce bocetos que se presentaron al concurso de la bandera nacional se escogió la primera (arriba a la izquierda)
De los doce bocetos que se presentaron al concurso de la bandera nacional se escogió la primera (arriba a la izquierda) - MUSEO NAVAL DE MADRID

El Rey y la «revolucionaria» bandera de España

Don Felipe acudió a una conferencia en la Real Academia de la Historia sobre el origen de la enseña

Madrid Actualizado: Guardar
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El Rey acudió en la tarde de este viernes a la Real Academia de la Historia para conocer los detalles del origen de la bandera de España, una enseña que fue creada el 28 de mayo de 1785 por Carlos III, el Monarca favorito de Don Felipe (de hecho, eligió un retrato del Rey ilustrado para presidir su despacho de La Zarzuela). El Rey escuchó con interés la conferencia que pronunció el académico y militar Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, duque de Tetuán, quien afirmó que Carlos III escogió de entre las doce banderas que le propusieron «la más revolucionaria de todas».

La bandera nacional tiene su origen en el siglo XVIII cuando Carlos III consideró necesario cambiar por razones prácticas el pabellón blanco, color de la Dinastía de los Borbones, que utilizaban entonces los barcos españoles.

No se distinguían los barcos

Esta bandera blanca propiciaba que los buques de nuestra Armada se confundieran con los de otras naciones en las que también reinaban los Borbones, sobre todo cuando se divisaban a larga distancia o el viento estaba en calma, porque había que fijarse en el escudo para distinguirlos. Con 76 navíos de línea, sin contar fragatas ni auxiliares, la Real Armada española sólo era superada en aquellos tiempos por la inglesa. Además, algunos buques mercantes españoles, que no podían utilizar la enseña de la Armada, usaban entonces una bandera que se confundía con la británica, lo que provocó algún ataque por error.

Carlos III convocó entonces un concurso para elegir la nueva bandera, que debía ser «llamativa, de escudo fácilmente interpretable y de representatitividad y solera histórica», explicó O’Donnell. El marino Antonio Valdés y Fernández Bazán, ministro de Marina de la época, presentó doce bocetos de banderas al Rey: los cuatro primeros combinaban el rojo y amarillo, que eran los colores de Aragón, pero el rojo también había sido el color de Castilla y el de los símbolos militares tradicionales anteriores a la Dinastía de los Borbones.

Los cuatro bocetos de la segunda fila combinaban el blanco (color dinástico) y el rojo (color tradicional), y los cuatro últimos recogían modelos «escandinavos», cuyo brazo mayor de la cruz facilitaba la visibilidad.

Valdés colocó en primer lugar su opción preferida. Esta bandera combinaba los colores rojo y amarillo, es decir «los colores de Aragón, puestos sus palos «a son de mar», horizontalmente, como había sido tradición en su Marina, de forma que al tremolar paralelos a las olas, sus franjas las imitasen», relató el académico. Esta bandera excluía el color dinástico, el blanco, lo que en opinión de O’Donnell, «parece mostrar el intento de una política independiente» de Francia, pero también era un gesto a la Corona de Aragón -de la que formaba parte Cataluña-, es decir a la reconciliación de España.

«Nos podemos imaginar a Carlos III discutiendo los pros y los contras de estos bocetos y de las combinaciones posibles, y decidiéndose, generosamente, por la más revolucionaria de todas, de la que estaba ausente todo elemento dinástico o personal», afirmó O’Donnell.

Los colores de Aragón

También se dotó entonces de una bandera a los barcos mercantes, que no podían utilizar el escudo, y se eligió para ello el cuarto boceto de Valdés, que también combinaba el rojo y amarillo. De esta forma, se convirtieron los «dos colores aragoneses, de larga tradición castellana también, en nacionales». Además, aunque estas enseñas estuvieran destinadas a los barcos, el propio Carlos III se referió a ella como «bandera nacional».

Y esos dos colores fueron los que escogió el pueblo español de forma espontánea para identificarse en 1808 durante la guerra de la Independencia, aunque hubo que esperar al Real Decreto de 13 de octubre de 1843, en tiempos de Isabel II, para que se extendiera esa enseña a todas las Fuerzas Armadas. La bandera se hizo entonces «tan entrañable, popular, castiza y querida como tal» que espontáneamente empezó a aparecer expuesta «en balcones, tendidos taurinos, abanicos y atuendos».