Análisis

Una lección grabada a fuego

El Rey está por encima de las diferencias políticas. A Don Felipe le inculcaron esa idea desde que nació

MADRID Actualizado: Guardar
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La mayor ventaja de la Monarquía sobre la República es la neutralidad del Jefe del Estado. El Rey está por encima de las diferencias políticas, y sólo así puede representar a todos los españoles. A Don Felipe le inculcaron esta idea desde que nació. Primero lo hizo su abuelo, Don Juan de Borbón, que defendía desde el exilio la reconciliación de los españoles, y después su padre, Don Juan Carlos, cuando pudo hacer realidad la concordia nacional, por primera vez en siglo y medio.

Hasta ese momento la historia reciente de nuestro país había sido la de media España contra la otra media, y también los Jefes de Estado cayeron en el error de apostar por una opción.

La parcialidad en la cúspide del Estado tuvo consecuencias demoledoras. Ya tarde, en el exilio, Alfonso XIII comprendió que el Rey tenía que serlo de todos, pero fue su nieto quien llevó a la práctica este principio.

También los padres de la Constitución habían aprendido la lección, y plasmaron en la Carta Magna de 1978 la neutralidad del Rey como árbitro de las instituciones, pero nunca como el elemento de presión en el que lo intentan convertir. Y fue en esa España que estrenaba democracia en la que creció Don Felipe, cuyo carácter se forjó con los valores de la Transición: «España era la obra de todos los españoles, o simplemente, no sería España».

El conocimiento de la Historia, la Constitución, los consejos y su experiencia vital, esculpieron la personalidad de un Rey que, desde que tuvo uso de razón, puso todo su empeño en mantener la imparcialidad. Hoy sorprende la capacidad que tiene Don Felipe para hablar de cualquier asunto, en privado, sin ser parcial; de analizar sin perder su independencia, pero transmitiendo una gran comprensión hacia todas las partes.

Claro que el Rey puede y debe hacer llamamientos al diálogo, al acuerdo y a la responsabilidad de cada uno, como hizo en su último Mensaje de Navidad, cuando aún no habían empezado las rondas de consultas y se dirigía a todos en general. Pero ahora, con personas que son depositarias de un mandato popular, no puede interferir; sólo le queda actuar como un notario. Porque el Rey reina, pero no gobierna.

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