La desaparición del «niño pintor» de Málaga sigue siendo un misterio más de 30 años después

Fue imposible reconstruir el camino del joven de 13 años, que declaró dirigirse a la exposición de uno de sus cuadros, valorado en 60.000 pesetas de 1987

Madrid Actualizado: Guardar
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Ha sido una de las desapariciones que más quebraderos de cabeza ha dado en España. A David Guerrero, de 13 años, nadie le vio salir de casa, ni dirigirse a la parada de autobús, ni tampoco subir a ningún vehículo. Tampoco llevaba dinero ni documentación, solo el billete de autobús, pero aquel 6 de abril de 1987, el joven se desvaneció en Málaga de camino a la exposición de uno de sus cuadros.

Ahora, más de 30 años después, la familia ha iniciado los trámites para declararle legalmente como fallecido, que culminará, según revela el BOE, con una comparecencia que se celebrará el día 28 de septiembre. Pero su familia no lo ha hecho porque haya desistido en su búsqueda, sino por un mero trámite formal.

«La familia no ha querido hacerlo por su voluntad», explica a ABC su abogado, José José Gallardo. El motivo radica en el fallecimiento de su padre hace unos meses y en el reparto de la herencia. El desaparecido David Guerrero figura como uno de los herederos y, como tal, los bienes no se pueden desbloquear sin su firma. «La esperanza es lo último que se pierde, pero hemos creído que era lo más correcto a efectos de la publicación de la herencia», asegura.

Casi treinta años de desconcierto

La investigación policial, en cambio, seguirá abierta, según el abogado. La última vez que David Guerrero Guevara fue visto por su familia salía de su casa para coger un autobús que le debía dejar en el centro de la ciudad. Se dirigía a la galería de arte «La Maisón», donde participaba en una exposición colectiva sobre la Semana Santa de Málaga, en la que se presentaba con un cuadro de la imagen de Jesús del Sepulcro.

Según relató Francisco Acedo, el periodista de ABC en 1987, «el pequeño, considerado muy normal y ajeno a cualquier idea de fuga infantil, es calificado por los críticos de arte como un niño prodigio de la pintura, con un gran porvenir nacional por sus excelentes dotes en el plano figurativo y realista». Solo el cuadro que exponía estaba valorado en 60.000 pesetas.

Se barajaron todas las hipótesis posibles sobre una desaparición en la que apenas habían pistas: solo se supo que David salió de casa y no llegó a la exposición. A partir de ahí, y pese a que había declarado que iba al centro de la ciudad en autobús, ningún vecino le vio. La Policía entrevistó a todos los conductores de autobús que trabajaron ese día, pero tampoco recordaron haber visto al joven.

La familia negó una posible fuga. «En el colegio tenía un excelente comportamiento escolar, no sufría problemas con sus padres y hermanos y, encima, apenas salía de la vivienda salvo al colegio y a la academia de pintura, su gran "hobby", para la que está superdotado», informaba Acedo.

Pronto se descartó también la hipótesis del secuestro. No se recibió ninguna llamada. «No saber nada sobre David es lo peor. Si tuviéramos algún indicio estaríamos menos angustiados. Si alguien se lo ha llevado debería llamarnos y contactar para ver qué es lo que quieren. Si es dinero, aunque no lo tenemos, lo buscaríamos como fuera...», imploraba su madre Antonia a los medios apenas 15 días después.

Incluso, a raíz de un aviso sobre un «niño pintor» en Portugal, se llegó a pensar que David podría estar siendo explotado por alguna banda de delincuentes. Sin embargo, la pista se esfumó. Algunos meses después, otra pareja española aseguró también haber visto al niño.

Otras suposiciones, como un posible accidente o un caso de amnesia por algún golpe también fueron comprobadas. La Policía utilizó todo tipo de medios para lograr pistas: perros amaestrados, especialistas en la búsqueda de desaparecidos, filtros en las fronteras con Portugal y Francia, rastreo en la sierra y en locales abandonados y semiderruidos de la capital... La familia, a su vez, ofreció recompensas a cambio de pistas fiables e incluso recurrió a «mediums», que aportaron información que no ayudó en nada a resolver el caso.

El retrato de un desconocido

En los 90, una nueva pista relanzó la investigación. «La hipótesis de que David Guerrero hubiese podido contactar con alguna persona no habitual en su entorno fue tomando cuerpo conforme se agotaban las vías de investigación sobre conocidos que tuvieron relación con el menor, sin que en ningún caso se pudiese determinar los pasos seguidos por el niño desde que salió de su domicilio para dirigirse a la academia de pintura», relataba Imelda García en el ABC del 24 de agosto de 1990.

Entre los últimos retratos que había pintado el joven había el de un hombre al que nadie reconocía. Hasta que una nueva pista fue hallada en la Costa del Sol. Una camarera, durante la limpieza de un alojamiento de un extranjero de 70 años, encontró una nota en la que se leía «David Guerrero. Huelin».

A través de fotografías, se constató que el hombre, de nacionalidad suiza, había estado hospedado en Málaga entre marzo y abril de 1987. También sus rasgos físicos concordaban con los del último dibujo de David. «Según la investigación, es indudable que, de alguna manera y en algún momento el niño contactó con este hombre», decía la crónica de la época.

Pero cuando la Policía intentó contactarle, el hombre había fallecido apenas unos meses atrás. Los agentes, no obstante, se desplazaron a Suiza para comprobar el archivo fotográfico del hombre, ya que era un aficionado en este campo. No hubo resultados. Fue la pista más fiable que se encontró hasta la fecha, aunque las llamadas de avistamiento vuelven de vez en cuando.

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