Primer gobierno de Mariano Rajoy, nada más tomar posesión tras el primer consejo de ministros
Primer gobierno de Mariano Rajoy, nada más tomar posesión tras el primer consejo de ministros - jaimea garcía
Balance de la legislatura de Rajoy - 2012

Un comienzo con estrés

Año 2012: Evitar la intervención de la troika fue el único respiro

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Para el Gobierno de Mariano Rajoy, el año 2012, el más difícil del mandato, empezó en 2011. En su primer Consejo de Ministros, el 30 de diciembre, Cristóbal Montoro presentó un informe dramático de las cuentas del Estado. El déficit recibido de la etapa de Zapatero era superior al declarado en casi tres puntos, 30.000 millones de euros, y en la caja pública había telarañas. El Gabinete arrancó con una decisión crítica: una subida generalizada de impuestos que significaba el incumplimiento abierto de la principal promesa electoral del PP. (En septiembre subiría también el IVA). Un hachazo a las clases medias y los sectores de apoyo naturales del partido que acaba de obtener mayoría absoluta en las elecciones. Y un golpe de gracia a la propia credibilidad política y personal del presidente.

Todo ello en el primer minuto de la legislatura.

Sólo se trataba del aperitivo del menú de sapos que el marianismo iba a tragarse en su «annus horribilis», el período en que recibió un baño de realidad que no había previsto. La tarea de estabilización económica partía de una situación mucho más negativa de lo calculado. Y cada medida de ajuste obligaba a una amarga rectificación de la oferta presentada en las elecciones. La reconstrucción reclamaba cirugía de emergencia: adiós a cualquier tentación de política indolora.

Con todo, el Gobierno intentó dilatar algunas providencias de digestión complicada para no entorpecer la prevista victoria en las elecciones andaluzas, en marzo. El aplazamiento de unos presupuestos de ajuste duro fue un error político grave que, a la postre, no sirvió para nada: Javier Arenas obtuvo una victoria histórica (50 diputados) pero insuficiente para alcanzar mayoría absoluta. El presidente andaluz, José Griñán, resistió en el poder apoyado en un pacto con Izquierda Unida y constituyó un bastión de oposición institucional en el que se refugió el PSOE, devastado tras el ciclo electoral del año anterior.

El primer año de gobierno resultó sin duda el más estresado, el que marcaría una legislatura rugosa, abrasiva para el marianismo. La reforma laboral -«extremadamente agresiva» según la indiscreción de Luis de Guindos- aprobada por decreto en febrero provocó dos huelgas generales y una cascada de despidos. El paro subió en 691.700 personas, un 13,1 por ciento más que el año anterior, hasta un total de casi seis millones de desempleados (26, 2 %). La popularidad de Rajoy se desplomó a velocidad de vértigo mientras se sucedían recortes en salarios públicos, sanidad, educación y servicios sociales. En mayo, la crisis de Bankia estalló en medio de un escándalo popular (preferentes, salida fraudulenta a Bolsa) que reventó la credibilidad del sistema financiero. En junio, con el euro en plena zozobra y España en el punto de mira comunitario, el Gabinete se vio forzado a pedir a la UE un rescate para la banca, que en realidad estaba destinado a reconstruir mal que bien el agujero de las antiguas cajas de ahorros. Esa ayuda, de carácter extremadamente antipático entre una población sometida a fuertes sacrificios, sería una de las losas que más han pesado en la gestión del PP a lo largo de los cuatro años.

Sin embargo, Rajoy logró evitar la presión externa e interna para que solicitase un rescate integral que hubiese supuesto la intervención directa de la economía. De hecho esa resistencia constituye el principal motivo de orgullo del presidente cuando hace balance del mandato. En la primavera de 2012, la tormenta monetaria europea zarandeaba a España con especial intensidad y había disparado la prima de riesgo hasta el límite de la insolvencia. La anécdota de la frialdad marianista es cierta: cuando un asesor lívido de alarma le informó que la prima rozaba los 700 puntos, la línea roja de la rendición al rescate, Rajoy no se inmutó. «Ya bajará», dijo. Y bajó: poco después, la célebre declaración de Mario Draghi aplacó los mercados. España a salvo. A merced de sus propias y abundantes dificultades, pero a salvo de los temidos «hombres de negro» de Bruselas. El Gobierno había ganado el margen para proseguir, a costa de un altísimo desgaste social, con su propia agenda política.

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