Trabajadores de Lufthansa y Germanwings sostienen unas velas en homenaje a las víctimas del accidente
Trabajadores de Lufthansa y Germanwings sostienen unas velas en homenaje a las víctimas del accidente - AFP
ACCIDENTE AÉREO

Un mazazo para Dusseldorf

Familiares y empleados de Germanwings viven una jornada de llanto y angustia

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Lufthansa, la primera compañía aérea alemana y una de las más importantes del mundo, ha asumido -no sin cierta perplejidad- el terrible accidente aéreo de su filial de bajo coste, Germanwings, con el estupor de quienes creían que estas cosas solo les ocurre a otros. De hecho, los familiares de los pasajeros que esperaban la llegada del avión en Dusseldorf supieron que algo terrible había sucedido por los teléfonos móviles y las redes sociales antes que por la propia información del aeropuerto.

Cuando la pantalla con los anuncios de los aterrizajes revelaba que el vuelo 4U 9525 procedente de Barcelona ya no tenía hora prevista de llegada, muchos se echaron a llorar. Las flores que alguno había comprado para esperar a sus seres queridos acabaron en la basura.

En ese momento no había más de 20 personas esperando la llegada del vuelo de Barcelona, la mayoría alemanes, que enseguida fueron protegidos por la policía y acogidos por los servicios de emergencia del aeropuerto. Algunos testigos fotografiaron el fatídico panel con el horario vacío. Horas después, los mismos paneles estaban salpicados de vuelos anulados con el mismo indicativo 4U de Germanwings, porque la dirección de la compañía dejó libertad a los pilotos para decidir si querían volar o preferían dejar a avión y pasajeros en tierra en medio de la impresión por el accidente. Algunas tripulaciones encendieron velas y se recogieron para rezar en el mismo aeropuerto.

El 4U 9525 debería haber aterrizado hacia las doce de mediodía, pero cuando se perdió el contacto con el avión saltaron los sistemas de alerta. El aparato, un Airbus 320, era el más vetusto de la flota, pero había pasado en 2013 una revisión exhaustiva reglamentaria que le permitía volar con seguridad.

Asistencia psicológica

El cónsul de España en Dusseldorf, Francisco Aguilera Aranda, se desplazó inmediatamente al aeropuerto para reunirse con los familiares de los pasajeros españoles, que estaban siendo atendidos por especialistas y psicólogos alemanes que aparecieron enseguida vestidos con un chaleco azul con la inscripción «Airport Care Team». En el Consulado respondían al teléfono, pero los funcionarios confesaban que incluso para ellos era difícil estar en contacto con el cónsul. En declaraciones efectuadas con anterioridad, el diplomático había confirmado que él había podido contactar con algunos grupos de españoles que se acercaron al aeropuerto en busca de noticias «en un ambiente de gran tristeza» y que se quedaría allí «mientras haga falta» y los familiares le puedan necesitar. Al parecer la mayoría de los que se han puesto en contacto con las autoridades consulares son ciudadanos que se encuentran temporal u ocasionalmente en esta ciudad de gran actividad industrial, mientras que ayer a última hora aún se desconocía si había residentes permanentes en Alemania entre las víctimas del accidente. En Renania del Norte-Westfalia viven todavía unos 43.000 españoles, la mayoría descendientes de los emigrantes que llegaron el siglo pasado. Para las autoridades españolas, los datos recogidos sobre el terreno tenían que suplir la tardanza de la propia compañía a la hora de facilitar la lista de pasajeros.

Familiares aislados

Los familiares fueron llevados a unos locales de la zona para viajeros «vip» habilitados para ello en un extremo de la terminal, cuya puerta estaba protegida de las cámaras de televisión con un coche de bomberos y una pantalla de tela. Los portavoces del aeropuerto se remitían a las ruedas de prensa previstas para hoy en Colonia.

En el otro extremo de las instalaciones del aeropuerto, decenas de camiones con antenas parabólicas, cámaras y focos para enviar imágenes a todo el mundo, mientras el resto de la terminal seguía funcionando en la más completa normalidad. Con prisas, con risas, con besos, con lágrimas de despedidas, los pasajeros que se subían a los aviones y los que llegaban a casa discurrían por las instalaciones como si no hubiera pasado nada, lejos de los ecos del accidente. Las pantallas volvían a señalar indiferentes los horarios de despegue y aterrizaje de destinos de todos los rincones del mundo, con la proverbial eficacia alemana, como si quisieran ignorar que eso no es garantía de nada.

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