Albert Rivera celebra el triunfo en Andalucía
Albert Rivera celebra el triunfo en Andalucía - vanessa gómez

El aviso de Albert Rivera a Rajoy en Andalucía dispara la tensión en el PP

El presidente, que no ve a Ciudadanos como amenaza, reconoce que a Moreno Bonilla se le nombró tarde y fía «la remontada» al tirón municipal del PP

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El 22-M ha cumplido los pronósticos: Andalucía ha hecho de su voto a la izquierda un hecho diferencial aunque cada vez más fragmentado; sigue sin castigar la corrupción sistémica de los ERE; ha abierto la puerta a las fuerzas emergentes para que elijan compañero para sus primeros pasos de baile; y ha dirigido los cañones de luz sobre Mariano Rajoy, a cuyos talones se va acercando peligrosamente Albert Rivera, provisto ya de nueve escaños andaluces labrados en la misma madera del PP.

Si la sonrisa ayer de la presidenta electa, Susana Díaz, representaba el éxito de su estrategia de adelanto electoral -que le ha posibilitado frenar las expectativas de Podemos- los graves rostros de Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, durante el comité ejecutivo, mostraban la dura digestión electoral para el PP de la potencia que empieza a exhibir Ciudadanos.

No hay que olvidar que ambas dirigentes protagonizaron un importante desencuentro en la designación del líder andaluz, al que Díaz ha sacado casi diez puntos: mientras la vicepresidenta impulsó la candidatura de Juan Manuel Moreno Bonilla, con el que se ha volcado en campaña, la secretaria general se opuso firmemente a esta opción en favor del líder provincial de Sevilla, José Luis Sanz. Aunque nadie en el partido achacaba en exclusiva al perfil del candidato el descalabro sin precedentes en la región más poblada de España, sí se apuntaba a la falta de acuerdo en la designación como una de las circunstancias que no han ayudado a fraguar suficientemente el proyecto político.

Pero la preocupación, en efecto, iba más allá del potencial de Moreno Bonilla. Los dirigentes con los que habló ayer ABC apuntaban a una clave que distingue los comicios de anteayer y de los que están por llegar (municipales en mayo y generales en noviembre) de citas pasadas: ahora los electores que dan la espalda al PP, a los que no llega el mensaje de la recuperación y la regeneración democrática en la que se emplea Moncloa, no se quedan en casa sino que entregan sus sufragios a Ciudadanos. Eso fue exactamente lo que ocurrió el domingo en las primeras autonómicas del año, en las que los populares perdieron medio millón de votos de los cuales -sostienen en ese partido- más de 300.000 fueron a manos del partido emergente que sumó en total 368.988 papeletas. Ese diagnóstico recorrió ayer como un escalofrío el espinazo de Génova, donde la desolación era más que evidente ante un panorama inédito y a la vez sumamente preocupante.

«Las municipales irán bien»

Las mismas fuentes creen que el propio Rajoy se equivocó durante la campaña al creer que el 20% de indecisos declarados formaban parte del voto oculto del PP, cuando el recuento demostró que buena parte ya había optado por el partido de Rivera. Y eso -manifiesta un alto cargo- «puede tener efectos muy graves en capitales como Madrid y Valencia, con un voto joven de centro-derecha, urbanita, al que no logramos convencer y que ha encontrado refugio en Ciudadanos». Pero el presidente, tal y como explicó ayer ante sus cargos, tiene un análisis propio, avalado por Pedro Arriola: las autonómicas y municipales no tienen por qué ir mal ya que no es lo mismo enfrentarse a unas elecciones donde se gobierna que donde no, como es caso de la Junta andaluza. Es decir, Rajoy fía a la experiencia de Gobierno del PP en 23 capitales de provincia, conseguidas tras teñir el poder territorial de España de azul en 2011, el repunte de su partido. «Las municipales van a ir muy bien», repite frecuentemente. Asimismo, Moncloa pone en valor que el potencial electoral popular (10.830.000 votos conseguidos hace casi cuatro años) no va a desaparecer en manos de «personas que no se sabe lo que proponen», en alusión a Ciudadanos. Sin embargo, ese mensaje no logra neutralizar la desolación en Génova y Moncloa. Públicamente, el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, calificó sin recato la cosecha popular andaluza «mucho peor, infinitamente peor, del que se podía esperar. No hay motivo para la alegría». Mientras que el presidente del Congreso, Jesús Posada, habitualmente discreto en sus valoraciones de partido, también se lamentaba del desplome sufrido: «Los ciudadanos de Andalucía nos han dado claramente un correctivo y estamos bastante peor que en 2012», aseguró. También la responsable catalana, Alicia Sánchez Camacho, reprochó que su partido «no se explica bien» y pidió que «se sepa interpretar acertadamente lo que nos han dicho los andaluces».

Ayer Rajoy sí entonó un «mea culpa», precisamente referido a la demora en la elección de su cabeza de cartel. El presidente reconoció que el líder andaluz «había tenido poco tiempo» (fue nombrado en febrero del año pasado) para «una labor que ha sido muy difícil». Esa fue toda la autocrítica que se oyó en un cónclave de ausencias, al que faltaron once barones, disculpados -por lo menos oficialmente- por sus labores preelectorales. Pero a pesar de los esfuerzos del jefe del Ejecutivo por transmitir optimismo, la preocupación era máxima: que los populares hayan perdido 17 escaños (los mismos que se deja el bipartidismo), obteniendo su peor resultado desde 1990, ha caído como una losa sobre una formación, según reconocen en privado sus dirigentes, que «no se distingue precisamente por advertir el precipicio cuando se está a punto de caer en él». Los intentos de Rajoy por construir un análisis positivo basado en la mejora en 300.000 votos respecto a las europeas y en que su formación ha sido la más votada en cinco capitales, no lograron levantar el ánimo. Pese a todo, los dirigentes que acudieron a Génova, empezando por su presidente, se mostraron generosos con el líder andaluz y elogiaron su esfuerzo. Moreno Bonilla agradeció las palabras con un breve discurso. Al acabar su alocución, recibió el aplauso del resto de cargos. De todos menos de una persona. Mientras el resto aplaudía, Esperanza Aguirre se quedó de brazos cruzados con un evidente gesto de desacuerdo, según relataron a ABC varios compañeros. Luego, en Telemadrid aseguró que «Moreno no ha sabido superar su estigma de hacer sido designado a dedo».

Los barones, preocupados

De nuevo, en el partido se escucharon voces de que «es necesario hacer más pedagogía» con los ciudadanos. Pero la mayor tensión reposa ahora sobre los hombros de los candidatos autonómicos y municipales a los que la dirección les había convencido de que un discurso basado en la gestión y la recuperación económica iba a ser suficiente para el repunte el 24 de mayo. Uno de ellos confirmó a este periódico la necesidad de que «no perdamos la confianza en nosotros pero tampoco minusvaloremos la potencia de nuestro enemigo».

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