José Antonio Griñán, Patxi López, Roberto Jiménez y el propio Tomás Gómez, en una imagen de archivo
José Antonio Griñán, Patxi López, Roberto Jiménez y el propio Tomás Gómez, en una imagen de archivo - EFE

La sangría de los barones socialistas

José Antonio Griñán, Pere Navarro, Patxi López y el navarro Roberto Jiménez precedieron en su descalabro al de Tomás Gómez. El mapa del liderazgo regional del PSOE cambia

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El mapa de los barones del PSOE ya no es el que era. Desde que José Antonio Griñán renunciara en julio de 2013 a la Presidencia de Andalucía, y posteriormente a la jefatura del socialismo andaluz, en una decisión que siempre se relacionó con la sombra de la trama de los ERE, el antaño selecto círculo de los líderes regionales socialistas ha cambiado lo suyo.

Si puede llamársele así, -aunque no responda al perfil político de los barones clásicos como Bono o Chávez, que tanto protagonismo cobraron en los gobiernos de Felipe González- uno de los más importante en caer en los últimos tiempos ha sido Pere Navarro. El primer secretario del PSC dejaba su responsabilidad en junio de 2014 tras la debacle electoral de su formación en las elecciones europeas y ante la imposibilidad de pacificar a los suyos en medio de la embestida independentista.

Junto a ellos, otro de los veteranos, el alcalde de Zaragoza Juan Alberto Belloch, anunciaba el pasado septiembre que no repetiría como candidato municipal en los comicios que se avecinan. En mayo era el secretario general del Partido Socialista Navarro, Roberto Jiménez, el que abandonaba tras reconocer que el resultado electoral, también en las europeas, había sido «muy malo», al perder más de la mitad de los votos logrados en 2009.

Esos comicios hicieron caer también a Patxi López, el secretario general de los socialistas vascos, el «lendakari del cambio» y un peso fuerte del socialismo, a quien todos situaban en las quinielas para liderar el PSOE. El jefe del PSE informaba sobre su marcha un día después de que lo hiciera Rubalcaba. «Los nuevos tiempos exigen nuevas caras», admitía, y asumía así en primera persona los «malos resultados» electorales cosechados por el socialismo especialmente en el País Vasco.

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