La vicepresidenta fue entrevistada el martes por la noche en el Canal 24horas de RTVE
La vicepresidenta fue entrevistada el martes por la noche en el Canal 24horas de RTVE

El PP, al asalto del cielo mediático

Rajoy y Sáenz de Santamaría se han puesto esta semana al frente del ejército comunicativo desplegado para contar las bondades del Gobierno y contrarrestar los ataques. La campaña está en marcha en televisión, la nueva plaza pública global

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Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, concedía la noche del martes su primera entrevista a un canal de televisión en dos años. «Yo tengo mi propio plató todos los viernes», se justificaba con una sonrisa recordando sus ruedas de prensa semanales tras el Consejo de Ministros la número dos de Mariano Rajoy que, precisamente, esta semana también se sentaba ante las cámaras de Tele 5 para someterse a una de las contadas, estratégicas y calculadísimas entrevistas concedidas en los tres años y un mes de su mandato.

No hay casualidad alguna, sino la demostración de que el PP se ha puesto en marcha para asaltar el cielo mediático: las pantallas de los hogares, convertidas más que nunca en los verdaderos parlamentos donde se configura el imaginario del electorado.

Y donde otras muchas formaciones - mención especial a Podemos- llevan la delantera y han demostrado manejar un lenguaje total que funciona en la calle, por que es el de la calle. El espectáculo de la pelea dialéctica cuerpo a cuerpo se ha impuesto, también consumir la mayor cantidad de minutos posible en prime time, y de ahí que las escaletas más reputadas de España estén contando de un tiempo a esta parte con veteranos y noveles convenientemente seleccionados desde Génova como un ejército de propaganda.

En el despertar del PP a la era del circo televisivo hay un antes y un después de la comparecencia en el Congreso de Mariano Rajoy el pasado 27 de noviembre. En aquella cita anunció una contraofensiva legisladora para atacar la corrupción delante mismo del hueco vacío dejado por el escaño de Ana Mato, que se había retirado del hemiciclo hacía pocas horas tras la fulminante dimisión de la ministra, víctima al fin de la trama Gürtel. Rajoy intervino teniendo de fondo uno de los peores paisajes posibles: el escándalo aún coleante de los viajes tinerfeños del barón de Extremadura, José Antonio Monago, con cargo al Senado; la sombra de las tarjetas B de Caja Madrid; la pelea soterrada con el entonces Fiscal General del Estado, el bochorno de la consulta... y pudo comprobar que toda la oposición enfrente deslustraba con su bronca cualquier intento de buena nueva que procediera del Gobierno.

Esa actuación del presidente del Ejecutivo coincidió casi exactamente con el inicio del último año de la legislatura. Arrancaba por tanto la cuenta atrás para las elecciones generales previstas en noviembre de 2015 y con ella la necesidad de un plan decisivo para tratar de ganar terreno perdido y optar al triunfo. Se imponía comunicar desde la política, a ser posible de forma eficaz, «lo bien que lo está haciendo» el Gobierno y particularmente Rajoy, para intentar así recuperar así la imagen de un PP lastrado por los recortes y los asuntos sucios. El terreno de actuación tenían que ser, fundamentalmente, los platós, el nuevo fluido donde se desarrolla la democracia televisada, donde ya empiezan a hacerse familiares caras escogidas para la misión: Agustín Conde, un experimentado político de brillante retórica nombrado portavoz adjunto en el Congreso; Pablo Casado, el nuevo joven aunque sobradamente preparado del partido o, últimamente, Antonio López-Istúriz, un veterano en Bruselas.

Con mayor o menor acierto, su papel está siendo dar réplica en las tertulias, -convertidas más que nunca en plazas del pueblo globales-, a los a los ultra aplaudidos eslóganes de los sucesivos portavoces de la izquierda radical. Competir con su destreza frente a las cámaras y con sus mensajes de diseño catódico no está resultando fácil, ni siquiera poniendo en práctica los mandamientos de la telegenia, pero para el PP atrás quedaron los tiempos en que se negaban a ir a tal o cual cadena o emisora de radio poco amiga para evitar ser vapuleados.

De aquel intervalo de últimos de noviembre a primeros de diciembre data el evidente refuerzo del ángulo comunicacional del Gobierno como institución, encarnado de forma particular en el nombramiento como ministro de Sanidad de Alfonso Alonso -hasta entonces rutilante portavoz del PP en el Congreso de los Diputados- para que desplegara pedagogía en torno a la gestión del bienestar social durante esta legislatura, tan denostada por la oposición y la mayoría social. Junto a él, adquiría nuevo protagonismo el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, al que Rajoy encargaba la tarea de explicar a los medios las bondades de la labor del Ejecutivo.

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