Rajoy, entre Monago y Cospedal
Rajoy, entre Monago y Cospedal - EFE
TRES AÑOS DE LEGISLATURA

La comunicación, el punto débil del Gobierno de Rajoy

Tres años después, el Gobierno sigue sin «vender» bien. En voz baja, los populares exigen una estrategia clara

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Rajoy no ve la tele. Tres años después de ganar no sigue las tertulias, ni parece acusar las escaletas que, erre que erre, le hacen un roto en su imagen. «Si viera los sábados algún programa nocturno, no daría crédito a las cosas que se dicen de nosotros, sin que consigamos contrarrestarlas con argumentos propios», asegura un barón muy molesto con la pasividad de Moncloa ante el tsunami televisivo que ha erigido a Podemos como salvavidas nacional. No es el único. De hecho, uno de sus colegas autonómicos se atreve a decírselo al «jefe» en la cena que comparten los dirigentes territoriales en Cáceres el primer fin de semana de noviembre.

Impelido o no por la enésima sacudida interna -el «caso Monago»-, el cada vez más reforzado presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, lo verbaliza ante sus compañeros.

Reclama primero «más política» para atajar los problemas graves del Estado: Cataluña, corrupción, descrédito del bipartidismo… Y después se refiere a la madre del cordero: la exigencia de un aparato político y comunicativo que blinde la imagen del presidente y que transmita a la opinión pública «lo bueno que estamos haciendo». Y pone ejemplos: lo tuvo Felipe González con Alfonso Guerra y lo disfrutó José María Aznar con Álvarez Cascos. «Hay que proteger al presidente», sentencia a los postres el líder gallego. Algunos de sus compañeros no tardan en interpretarlo como una crítica velada a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, encargada de la coordinación del Ejecutivo y de trasladar las acciones del Gobierno.

La música que toca Feijóo

Otros niegan que el problema esté en la número dos de Moncloa y señalan como explicación del exordio la necesidad de que, de una vez por todas y a seis meses de los comicios locales, haya una verdadera estrategia de comunicación, coordinada por Génova, que incluya «más portavoces políticos, con peso y discurso, que no dejen vendido al presidente y respalden la reputación del partido», en sus horas más bajas.

Lo cierto es que la música que toca Feijóo en la cena no es nueva y menos en un cónclave popular, donde muchos ya han padecido en sus espaldas políticos el castigo electoral del pasado 25 de mayo. Hasta el propio presidente parece reconocerla cuando desliza que antes que Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, «el verdadero jefe de la oposición» es un editor de medios de comunicación, cuya línea informativa es beligerante con el Gobierno, a pesar de que el PP «no se ha portado mal con él». Todos los presentes saben de quién habla.

«Sin mucho éxito»

Y es que no hay reunión de estrategia en el PP en la que no se reproche la activa labor de algunas cadenas como altavoz de los partidos antisistema frente a las políticas oficiales. La telegenia de Génova ha intentado «preparar» a portavoces mediáticos para que den la réplica a los líderes de la izquierda radical en los platós pero, según reconocen en la dirección, «sin mucho éxito. Y sin líneas claras de actuación». El PP ha sentado junto a los «reyes del share» a representantes sobrevenidos como los diputados María Arenales Serrano o Rafael Hernando en programas de Atresmedia o Mediaset, sin que el saldo haya sido favorable. Frente a los discursos tan banales como eficaces que defienden Iglesias, Errejón o Monedero, instruidos en los eslóganes políticos y en la entonación y gestos ensayados televisivamente, «el Gobierno no ha sabido dar alternativas solventes», reconocen en el PP.

De la cita extremeña salió, eso sí, un diagnóstico: el PP se la juega no solo en las medidas que toma o en los Presupuestos que aprueba. Ahora más que nunca, la partida se gana en la política de comunicación. Por eso, aunque tímidamente, el Gobierno da signos de mover ficha. Solo una semana después del encuentro de los barones, el portavoz parlamentario, Alfonso Alonso, registra una proposición no de ley en el Congreso que mienta la «bicha» de las cadenas privadas: la vuelta de la publicidad a RTVE. La decisión de reabrir un debate que hace pocas semanas cerraba sin ambages el ministro Montoro en la Ser -«no barajamos volver a la publicidad», declaró- sorprendió a varios diputados populares, según han confesado a ABC.

Duopolio televisivo

Ninguno se atreve a vincular la catarsis extremeña con la decisión parlamentaria pero muchos creen que Rajoy sabe que «ha llegado el momento de hacer saber a los empresarios de algunas cadenas quién tiene la sartén por el mango». La iniciativa parlamentaria, que no tiene carácter vinculante y tan solo insta al Ejecutivo a estimarla, es interpretada como un aviso al duopolio (Antena3-La Sexta y Telecinco-Cuatro), auténtico beneficiario de la porción del mercado publicitario que perdió la televisión pública al retirar los anuncios.

Sin embargo, en el grupo que dirige Alonso se niega tajantemente que «una cosa tenga que ver con la otra, ya que nosotros lo que queremos es poner el debate del modelo de televisión pública encima de la mesa, cuando la corporación está sufriendo una situación económica límite». Sea como fuere, las cadenas privadas, agrupadas en la Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (Uteca), sí han acusado el golpe y avisado de que una hipotética vuelta de la publicidad a TVE «pondría en grave riesgo toda la industria audiovisual» arrastrando a «todo el sector al colapso», con pérdidas en la totalidad de las televisiones.

«Explicarnos mejor en Cataluña»

En este contexto, el Gobierno sigue haciendo autocrítica. La última la formuló el propio Rajoy hace una semana al admitir que, en un asunto nuclear como el desafío independentista de Mas, «tenemos que explicarnos mejor en Cataluña», adonde acudirá el jefe del Gobierno junto a todos sus barones el próximo fin de semana. La misma lectura crítica que ya hizo -sin éxito, según coinciden sus colaboradores-, en abril de 2012 cuando, tras aprobar un Presupuesto «de guerra» (cuatro meses después de toparse con un déficit del 9%, tres puntos más que lo prometido por Zapatero) tocó a rebato para que Montoro «hiciera pedagogía» ante la sociedad civil de la necesidad de los ajustes.

Casi tres años después de aquellos buenos propósitos, «algo sigue sin funcionarnos» le espetaron en Cáceres al jefe del Ejecutivo. La sensación de que «no transmitimos» y que «en casos de corrupción como los de Bárcenas, la Gürtel o la operación Púnica vamos detrás de los acontecimientos» sigue martilleando la gestión del PP.

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