Cristóbal Martell, abogado de Oleguer Pujol, sale de la casa de su cliente tras el registro
Cristóbal Martell, abogado de Oleguer Pujol, sale de la casa de su cliente tras el registro - inés baucells
La Justicia acorrala al clan de los pujol

«Tenía ganas de conocerte...»

El abogado de Oleguer Pujol reconoció el número de carné profesional del policía que iba a tomar declaración a su cliente: era el mismo que hizo el informe sobre su hermano Jordi

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Cristóbal Martell, el abogado del clan de los Pujol, demostró en el complejo policial de La Verneda (Barcelona) que es un tipo muy observador y rápido de reflejos. Cuando un jefe de grupo de la UDEF Central hacía constar su número de carné profesional en las diligencias de toma de declaración al menor de la saga, el letrado le miró fijamente y le espetó, con un tono coñón muy carácterístico de él: «Hombre, también es usted el que hizo el informe de Jordi Pujol Ferrusola. Tenía ganas de conocerte...». Era la anécdota final de muchas horas de máxima tensión en las que la Policía, por primera vez, asestaba un golpe en el corazón de la familia que ha regido los destinos de Cataluña durante décadas.

Todo había comenzado pasadas las ocho de la mañana, cuando cuatro agentes, acompañados por la secretaria judicial y el fiscal Anticorrupción Fernando Bermejo, llamaron a la puerta de la vivienda de Oleguer Pujol, en la calle Teodor Roviralta 41. Abrió en pijama y zapatillas y es fácil imaginar su sorpresa cuando de inmediato se le leyeron sus derechos y se le informó que estaba detenido por blanqueo y delito fiscal. En ese momento, sus hijos pequeños desayunaban, ajenos a todo... La situación era incómoda, pues estaba claro que los niños no debían presenciar una escena como es un registro, donde siempre hay una cierta tensión. Se decidió que la mujer de servicio se los llevara de la casa lo más rápido posible y solo después comenzaría la diligencia.

Oleguer Pujol se mantenía más o menos tranquilo, dada la situación. Tras ser informado de lo que ocurría llamó a Martell, que en pocos minutos llegaba a la casa. Para entonces, más agentes de la Policía habían hecho acto de presencia, con perro incluido especializado en la detección de billetes.

El registro se centró en la buhardilla, donde está el despacho. En esas horas el abogado demostró su combatividad poniendo pegas: «No le podéis detener porque ya está imputado y estamos personados en la causa», sostuvo con una firmeza tal que, unido a su prestigio, desembocó en una consulta a Madrid... No tenía razón, y en cualquier caso se le informó de que en su momento podría hacer las alegaciones que quisiera. Pero no cejó en su empeño de poner pegas a la actuación de los agentes, que en cualquier caso tampoco se inmutaban. «Todo se hizo con la máxima educación, de forma impecable», afirman las fuentes.

La cosa acabó como se esperaba: el perro se marchó con su guía al no encontrar billetes y los policías se llevaron cinco cajas con documentación y dispositivos informáticos. El siguiente paso era el traslado a La Verneda.

A un paso de tirar la puerta

En Madrid, en la calle Alfonso XI se habían vivido paralelamente momentos de gran inquietud. Al llamar a la puerta de Luis Iglesias sobre las ocho de la mañana nadie abría. Se esperó cinco minutos, diez, veinte... Tras cada timbrazo solo había silencio. Sobre las nueve la paciencia se acabó y se pensó muy seriamente en echar la puerta abajo. La operación estaba en peligro y no era momento para bromas.

Finalmente, se pudo acceder al piso con una llave que había en portería. Al entrar, los agentes encontraron al sospechoso en la cama, somnoliento, medicado, convaleciente aún de una operación de menisco a la que había sido sometido hacía un par de días. Aun así, no está muy claro que no se pudiera levantar, pues era extraño que si tal mal estaba le hubieran dejado solo en la casa. En cualquier caso, se le leyeron los derechos y quedó detenido.

También aquí hubo «perro buscabilletes», con el mismo resultado que en Barcelona. La diligencia se alargó en el tiempo, y después se tenía que registrar la oficina de Drago, en Eduardo Dato 18. No pudo ir el arrestado –asistió un apoderado– y él declaró en su casa hasta las diez de la noche.

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