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Abierto de China

Muguruza imperial

La española logra el segundo título de su palmarés y la cuarta plaza del ranking tras superar en la final a Bacsinszky (7-5 y 6-4)

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Le temblaban el pulso y las esperanzas. Son tres finales este año: Wimbledon, Wuhan y Pekín. En la primera fue Serena Williams quien la hizo aterrizar. Una lesión en el tobillo le frustró las expectativas ante Venus Williams. Pero es Pekín, en el Abierto de China, en el cuarto torneo grande del circuito femenino, solo por debajo de los Grand Slams, es donde Garbiñe Muguruza ha mostrado su madurez, su templanza y su hambre. La hispanovenezolana se lleva el trofeo, el segundo título de su carrera y el respeto del planeta tenis. Y con 22 años. Ya es Maestra. Lo que quiera por delante.

[ Así hemos contado el partido]

Aguerrida como ella sola, Muguruza se lanzó a por Timea Bacsinszky desde el resto, la acorraló en el primer juego y logró lo que se había propuesto: conseguir una ventaja inicial.

Sin embargo, la edad también se dejó notar, pues la española no puedo ganar su servicio en los tres intentos posteriores y se vio superada por la suiza y las circunstancias con un 2-5 con pintas de irremediable.

«Quiero el título», advertía sin embargo el día anterior. Y así, con el ímpetu, la agresividad y la contundencia con la que Muguruza se ha plantado entre las cinco primeras del mundo, consiguió enterrar los nervios y acribillar a su rival con derechas marca de la casa y reveses que la hacían volar hacia la remontada. En cuanto afianzó el servicio, la española demostró por qué es la raqueta número 4 del mundo. Punto a punto, línea a línea, grito de ánimo a grito de ánimo, Muguruza plantó cara a las adversidades y a una rival que también convertía en potencia cada golpe. Los errores no forzados pasaron de la española a la suiza en cuanto esta notó que su ventaja de tres juegos iba desapareciendo con derechas que lidiaban con la línea de fondo y reveses cargados de potencia que sacudían el povo del azul eléctrico de la pista. Y un grito sonó por encima de las gradas: el de Muguruza cuando el revés de Bacsinszky se marchó al pasillo.

Cerró el puño y con él el primer set de la final. Un impulso que la llevó a mejorar el servicio y a no sufrir tanto ante los ataques de la rival. Y eso que la suiza impuso su ley al inicio de la segunda manga para liderar a la española por 2-0. Pero era el día de Muguruza. No iba a dejar escapar otra oportunidad y así se lo dejó claro con dos saques directos y mayor control de la pelota. Era su día y así lo demostró cuando consiguió el break necesario para sentarse en el banco con 5-4 y saque. Momentos estos en los que se expone la calidad técnica, pero sobre todo la madurez de un tenista. Y Garbiñe la tuvo toda en ese último juego.

Con calma, sin perder la concentración, armó de valor su brazo para orientar la pelota hacia la victoria. Forzó los errores de la suiza y se dejó caer sobre el azul con la cara escondida entre las manos. Debajo, una Garbiñe Muguruza campeona del Abierto de China, un Masters 1.000 del circuito femenino que, en este año, han conquistado nombres con tanto éxito como Simona Halep (Indian Wells), Serena Williams (Miami) y Petra Kvitova (Madrid). Muguruza está entre ellas, parece que se ha adaptado muy bien y no piensa renunciar a su privilegiado lugar.

«Estoy extremadamente contenta. Felicito a Bacsinszky por su gran nivel en esta semana. Por supuesto que quiero venir aquí el año que viene a defender el título. Quiero agradecer a mi entrenador y mi equipo. Sobre todo a Ignasi de la Rosa (su recuperador)», expresaba con el trofeo en las manos. En su segundo título, pero uno enorme para sus ilusiones, que son infinitas, como sus recursos con la raqueta.

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