Hoy puede ser un gran día

O no. Depende, todo depende. Depende de que el Madrid no caiga en el mal de la indolencia. Un mal que persigue a los de Zidane desde el principio de temporada. Claro que los de Concha Espina son únicos: con el mal de la indolencia encima llevan seis puntos a los chicos de Luis Enrique y doce al inventor del «partido a partido».

El relato de la indolencia madridista tiene sus capítulos: el más reciente, la siesta que se echaron desde el minuto veinte de la primera parte frente al Sporting de Gijón. Antes, la segunda parte en el Calderón, todo el encuentro con el Sporting de Portugal; otra segunda parte terrible, ésta vez en Dortmund ante el Borussia o la desidia más que mostrada, exhibida, en Varsovia tras marcar dos goles al Legia en pocos minutos y terminar mirando al árbitro pidiendo, desangelados, la bendita hora.

Zidane a esto lo llama, falta de energía. ¿Qué energía? ¿eléctrica? ¿nuclear? ¿sostenible? Y, a pesar de las zonas de «siesta» llega tan feliz al Camp Nou porque sabe que saldrá líder, se pongan como se pongan los del Barça y pase lo que pase. En palabras de un culé ilustre, Serrat, para el Madrid «hoy puede ser un gran día» y como si se dirigiera a Zidane, escuchamos: «plantéatelo así,/aprovecharlo o que pase de largo/depende en parte de ti». Es un día muy esperado, deseado. No pillarán otro igual, sigue Serrat: «imposible de recuperar,/un ejemplar único,/no lo dejes escapar».

Nunca una canción narró tan exactamente el clima anterior a un llamado «clásico». Es cierto, el Madrid no pilla otra ocasión como la de esta tarde de diciembre. Sí, «un ejemplar único», y tan único, a seis puntos, ¿quién no se entregaría hasta el límite si el premio es distanciarse hasta el infinito? Juegue Casemiro, juegue quien juegue, sea el once que sea, los que salten a disputar el partido, deberían escuchar la canción de Serrat en el vestuario. Sería como la copla de una ensoñación. Sí, puede ser un gran día.