Jurgen Klopp celebra un gol en el partido ante el Watford
Jurgen Klopp celebra un gol en el partido ante el Watford - Reuters
Premier

El día que el Hamburgo descartó a Klopp por su aspecto desaliñado

El peculiar carácter del técnico y su concepto de fútbol conectan con la grada del Liverpool, que vuelve a ver líder a su equipo

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Cuando el árbitro pitó este domingo el final de la goleada ante el Watford (6-1), Anfield rugió mientras Jurgen Klopp empezó su ritual. El entrenador del Liverpool saltó al césped con la sonrisa dibujada en su rostro, saludó uno a uno a sus futbolistas y agradeció el apoyo de la hinchada. Que su equipo acabara como líder de la Premier no cambió el protocolo del alemán, el gran artífice para que el club y su afición comiencen a soñar con la posibilidad de conquistar el título que se resiste desde 1990.

De la mano de Klopp, Liverpool recobra la ilusión. Desde que en 1992 la liga pasara a denominarse Premier League, el antiguo dominador del campeonato no ha levantado el título que más anhela.

Nunca estuvo tan cerca como en 2014, pero se escapó por aquel inoportuno resbalón de Steven Gerrard que enmudeció las gradas de Anfield. Su gente sonríe ahora y atisba la posibilidad de revivir viejas sensaciones. Pero en un fútbol tan tradicional como el de las Islas ha tenido que ser un entrenador alemán el que devuelva la ilusión. Su llegada, en octubre de 2015 ha traído aire fresco.

Alejado del prototipo de entrenador endiosado, la fama tampoco se le sube a la cabeza en un Liverpool con el que el pasado curso ya disputó la final de la Europa League. Amigo del chándal y reacio al traje, Klopp resume sus orígenes en la leyenda que suele lucir en la visera de su inseparable gorra: «Jugador de la calle».

Su estética no cambia con los años. En Hamburgo, club de la Bundesliga que lleva años coqueteando con el descenso y que este curso aparece como colista, aún se lamentan de que, en 2008, descartaran el fichaje de Klopp por su aspecto. Ese mismo «look» desaliñado con el que triunfa ocho años después en Liverpool, líder de la Premier después de 916 días de espera. El técnico aún bromea al recordar el día que un directivo del Hamburgo lo vio fumar y su club descartó definitivamente el fichaje: «Esa colilla debería estar en una vitrina, gracias a ella llegué al Dortmund».

A unos meses de celebrar los 50, Klopp conserva en Liverpool su sentido del humor, su esencia y su vitalidad. Sigue siendo ese entrenador explosivo y de verbo fácil que acabó con el reinado del Bayern Múnich para llevar al Borussia Dortmund a la cima. Allí ganó dos Bundesligas y un título de Copa, aunque se le escapó la final de la Champions en un duelo fratricida ante el gigante alemán. También permanece fiel a sus ideas y a su concepto del fútbol. Su estilo agresivo, de alta intensidad y presión conecta con la ardiente hinchada que habita en Anfield. Este domingo enloqueció porque, por primera vez en siete años, vio a su equipo celebrar seis tantos en la liga. Mané (dos), Coutinho, Emre Can, Firmino y Wijnaldum desataron la fiesta.

Una afición atrapada también por el carácter jovial de un técnico que aún es capaz de partirse de risa en mitad de una entrevista al enterarse de una derrota del Bayern. Un entrenador metódico y amante de la tecnología que tiene entre sus virtudes el saber quitar presión a los jugadores. En sus charlas de vestuario siempre persigue desdramatizar el fútbol, «es solo un juego». Con un sistema definido dentro del césped, se ha ganado al público por su cercanía y proximidad. Virtudes que no le impiden sacar la mano de hierro cuando la situación lo exige.

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