Dos participantes de la «Spartan Race» en una de las piscinas de barro
Dos participantes de la «Spartan Race» en una de las piscinas de barro - Óscar del pozo
Spartan race

12.000 espartanos locos por el barro

La «Spartan Race», la carrera de obstáculos más salvaje del mundo, se celebró este fin de semana en Madrid con un gran éxito tanto en participación como en diversión

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«El dolor es temporal, pero la gloria es eterna», reza el credo favorito de los espartanos. Que se lo digan a los más de 12.000 guerreros que este fin de semana han disputado la «Reebok Spartan Race» en un sinuoso recorrido en el recinto ferial de Rivas con final en el Auditorio Miguel Ríos de esta localidad madrileña, situada en el anillo metropolitano de la capital de España.

Hablamos de la carrera de obstáculos más salvaje del mundo, cuyo nacimiento data de 2010, cuando en el estado norteamericano de Vermont tuvo lugar el bautizo de esta famosa competición espartana, la primera con clasificación mundial y campeonatos del mundo oficiales. Desde su origen, hasta sesenta países han acogido distintas ediciones de la «Spartan Race», y uno de ellos es España.

Fue el pasado año cuando Madrid y Barcelona debutaron como sedes, y en este 2015 Valencia se les ha unido a la cita. La ciudad del Turia acogerá su primera carrera espartana a finales de año (27-28 de noviembre) y la capital catalana lo hará a primeros de otoño (10 y 11 de octubre). Este fin de semana, ha sido Madrid quien ha abierto la veda, con una participación récord: 4.000 inscripciones más respecto a las 8.000 de 2014. Todo un éxito.

Hasta el límite

Hay dos modalidades de carreras: la «Sprint», de 5 kilómetros y 15 obstáculos, y la preferida por la gran mayoría, la «Súper», de 13’5 kilómetros y 21 pruebas, donde la tierra, el barro e, incluso, el fuego son las innegociables sombras durante todo el recorrido rompepiernas, cuya dureza tocó la extremidad en Madrid debido al justiciero sol y a los más de treinta grados que se alcanzaron el sábado y el domingo en la ciudad capitalina.

Cargar con troncos de madera de 15 kilos y sacos de arena de 20, trepar por muros de tres metros de altura para caer en un foso de agua lleno de fango, lanzamiento de jabalina, arrastrarse por la tierra y por barrizales de lodo bajo una alambrada de espinos, cargar con neumáticos de tractor, subir la cuerda cual opositor a bombero o saltar un montículo de brasas justo antes de entrar en la meta son algunos de los retos que se deben superar en la «Spartan Race». De no hacerlo, la exigencia llega hasta la extenuación con los «burpees», un ejercicio consistente en practicar una sentadilla, un fondo y una flexión con los codos, antes de recoger las piernas y terminar pegando un salto. Y así, treinta veces.

«Vamos, vamos, no queda nada, está hecho», gritan con una gigante sonrisa desde el kilómetro uno las decenas de voluntarios. «Rendirse nunca es una opción», le contesta el mandamiento espartano: «¡Au, au, au!».

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