El actor Carlos Olalla
El actor Carlos Olalla - belén díaz

«Eternos secundarios», los que no llegan a fin de mes

Alejados de las cámaras y su brillo, descubrimos la realidad de algunos actores españoles. De un festival de cine a recitar poesía en el Metro

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De los focos y los aplausos al silencio de la salida de emergencia de un teatro. Daniel Dicenta, uno de los grandes actores españoles, fallecía el pasado 2 de septiembre abandonado por el recuerdo. Vivía en un hostal del centro de Madrid y allí encontraron su cuerpo sin vida. Su final ponía de manifiesto una realidad por la que pasan muchos actores y actrices: el olvido, la precariedad. Un hecho antagónico a la alfombra roja y su glamour, pero más habitual de lo que el público cree.

Lo sabe bien Carlos Olalla (56 años), que nació en una adinerada familia catalana y fue ejecutivo de grandes empresas hasta que se vio en el paro a los 45 años y decidió volcarse en la interpretación.

Diez años después, sobrevive con los restos de un premio de periodismo que ganó y con el subsidio que le proporcionó «Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión» (Aisge). Se trata de una fundación privada que administra los derechos de propiedad intelectual de actores, bailarines y directores de escena. «Pudieron facilitarme 400 euros al mes durante tres meses», explica Olalla, que se ha dado a conocer en series como «El tiempo entre costuras» y, en el cine, en «Lasa y Zabala». Si alguien tuviera que definirlo, utilizaría la manida frase de que Olalla es «un eterno secundario». «He pasado por 60 series y solo en cuatro he tenido un personaje fijo», aclara el intérprete para añadir que cobra lo que indica el convenio: «Si eres protagonista fijo, 6.000 euros por capítulo, los secundarios, 4.000». Cuando trabajaba en «El tiempo entre costuras», ganó 1.000 euros por cada una de las once sesiones que realizó. Ahora, su caché está en 400. Y aunque las cantidades parezcan abultadas, este actor explica que el riesgo está en que, cuando termina un proyecto, no saben cuándo van a volver a trabajar: «En los últimos meses, dos días».

Al preguntarle sobre el contraste entre esta situación y las puestas de largo a las que es aficionada su profesión, Olalla recuerda que estuvo en el Festival de Cine de Málaga, donde disfrutó «de la alfombra roja y de un hotel de cinco estrellas». «Dos semanas después estaba en el Metro recitando poesías para sacar algo de dinero», matiza.

Su futuro es el día a día. Ahora vive con la famélica seguridad que le da haber trabajado tres semanas en una serie para las televisiones autonómicas, y una obra que interpretó en octubre en el madrileño Teatro de La Abadía. «Me pagaron 1.500 euros», afirma este actor que en 2014 ganó «un tercio de la media de estos últimos cinco años».

La historia de María José Goyanes (65), actriz por vocación y tradición familiar, es distinta. Ella se acogió a las ayudas de Aisge hace diez años, cuando se operó «por tercera vez» del corazón. «Me asusté porque no sabía hasta qué punto iba a poder trabajar, cuánto iba a tardar en recuperarme... y en esta profesión no tenemos bajas y apenas accedemos al paro».

«Ricos hay cinco»

La intérprete apostilla que muchos compañeros tienen pensiones irrisorias. Admite que en los años en los que las producciones eran abundantes «muchos productores no declaraban a Hacienda», ni ellos se preocupaban demasiado por saber si estaban cotizando: «El actor no es un policía».

Goyanes, sin querer hablar de dinero y reconociendo que ella siempre ha cobrado cantidades «por encima del convenio», señala que no es oro todo lo que reluce. Por eso, al comentarle que buena parte de la gente cree que los actores más populares son ricos, suelta una carcajada: «En este país, ricos son cuatro o cinco». No deja escapar la oportunidad de recordar lo que le dice a la gente cuando le preguntan si está de vacaciones: «No, estoy parada».

Para ambos, Aisge ha sido una tabla de salvación. Iván Arpa es el trabajador social de la Fundación, que en 2013 dedicó más del 44% de sus ingresos a temas de asistencia (en concreto, 2.578.269,29 euros). «Teníamos atención para 600 familias, ahora se ha disparado a 800 porque al 72% de estos profesionales no les da para vivir». Su labor también consiste en ayudarles en su reorientación laboral, algo en lo que tiene que insistirles; así como en visitas al domicilio de quienes ya están en una edad complicada. Arpa, que afirma que se trata de una profesión «solidaria», no coincide con Olalla ni Goyanes, que creen pertenecer a un sector «individualista». «Muchos, cuando están en un proyecto fuerte prefieren no manifestarse por miedo a que les despidan o no les vuelvan a llamar», afirma Goyanes. De momento, Aisge ya ha visto cómo las ayudas para necesidades básicas de sus socios han aumentado más de un 16% en un año. Y es que las historias nunca se conocen sin los actores secundarios, esos que, como canta el músico Dani Flaco, siempre se dejan matar.

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