Una escena de la obra
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«Calígula»: la locura del poder o el poder de la locura

Javier Collado Goyanes y Alejandra Torray protagonizan el montaje de la obra de Albert Camus dirigido por Joaquín Vida

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Albert Camus eligió a Calígula, el cruel y sanguinario emperador romano, para realizar una intensa reflexión sobre el poder y la locura. Su obra teatral se estrenó en París el 26 de septiembre de 1945, hace hoy justamente sesenta y nueve años. Bajo la dirección de Joaquín Vida -autor asímismo de la versión-, «Calígula» se presenta estos días en el teatro Fernán-Gómez de Madrid, con un extenso reparto que encabezan Javier Collado Goyanes, en el papel del emperador, y Alejandra Torray, en el de Cesonia, la cuarta esposa de Calígula. Para poner en pie este título (la versión ha reducido su reparto a diez actores), los intérpretes y el director se han constituido en cooperativa.

«De otro modo, esta obra solo la puede abordar, en estos momentos, un teatro nacional», explica Alejandra Torray. Por eso se encuentran, tanto Collado como ella, especialmente satisfechos de la calidez de la respuesta del público.

Javier Collado tiene la responsabilidad de afrontar un personaje de una extraordinaria riqueza y complejidad. Para él, «es una función en constante ebullición, efervescente. Es una función agotadora física y mentalmente, se dicen frases tremendas, verdades como puños. Y eso deja huella en cualquier ser humano, especialmente si eres actor». Y completa Alejandra. «Es extenuante por su carga dramática y su carga social; naturalmente, mucho más para Javier».

La obra de Albert Camus, que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1957, tres años antes de su muerte, es siempre una lección. «Y más en un momento como ahora -dice Collado- y con la versión que ha hecho Joaquín Vida. El texto sigue vigente y mantiene su actualidad, y en él se reconocen inmediatamente problemas que se están viendo en los telediarios». «Es buen teatro -apunta Alejandra Torray-, porque, al margen de las coyunturas, Camus habla sobre la condición humana, y eso va a ser muy difícil cambiarlo».

La locura del ser humano y el ejercicio del poder son los dos ejes sobre los que gira la obra, que Camus escribió en vísperas de la segunda guerra mundial. «Piensa que, si un loco puede convertir al mundo en un manicomio -ha escrito Joaquín Vida-, es porque el sistema por el que el mundo se rige así lo permite. No habiendo, pues, remedio para la infelicidad humana dentro del sistema, hay que buscarlo fuera de él, exigiendo lo imposible». «En esta versión -añade Javier Collado-, se han unido ambos aspectos; se utiliza el ejercicio del poder como excusa para explicar si un personaje histórico de la talla de Calígula, que fue uno de los primeros genocidas de la historia, estaba verdaderamente loco. Camus apunta que en realidad no estaba tan loco, sino que se lo hacía, y fingía para llevar a cabo sus ideas».

Según Alejandra Torray, se plantean en el texto varias cuestiones: ¿Ya estaba loco Calígula antes de alcanzar el poder o fue el poder lo que le volvió loco? ¿Una persona debe ejercer el poder absoluto? Todo eso está en Camus». «Algo está muy claro en la obra -sigue Collado-, y en este montaje se ha intentado que se viera con claridad, y es el hecho de que el poder corrompe. Calígula, a través de los cuatro actos que tiene la obra, sufre un proceso de destrucción, de desgaste y de corrupción, va enloqueciendo; y al tiempo todos quienes le rodean».

No es fácil entender a Calígula, ni tampoco a Cesonia, que fue su cuarta mujer, y que a pesar de su crueldad y su tiranía seguía amando al emperador. «Son personajes que exigen al actor un mayor esfuerzo en este sentido, un trabajo mayor de introspección y observación -coinciden los dos actores-; conocer a Calígula es asomarse al abismo más profundo. En este caso, ayuda mucho el texto, que está tan bien escrito... Logras ver la grandeza de las palabras, y todos los días ves cosas nuevas, matices nuevos...»

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