El seleccionador alemán Joachim Low tiene delante de sí la oportunidad de sacar adelante su segunda final de una Eurocopa. La primera la perdió, tal y como cuenta Iniesta, contra "el mejor equipo de la historia", o al menos eso le dijo al de Fuentealbilla cuando fue a darle la mano al acabar la final cuyo triunfo empujó Torres al fondo de las mallas.

Low es un entrenador currante, moderno y eficaz, eterno candidato al banquillo del Real Madrid, y alguien que se adapta constantemente, que evoluciona cambiando alineaciones, formaciones y cuadros según el rival para asegurar la mejor estrategia posible. Más o menos como Vicente Del Bosque.

Esta semana, Low dejó claro que esta semifinal, la tercera que alcanza con Alemania, es complicada porque Francia es muy poco previsible, a diferencia de Italia. No solo eso, sino que son los anfitriones, tienen un público absolutamente entregado a favor y y un crack como Griezmann, del que no necesito hablarles. El trío que forma junto a Giroud y Payet es eficacísimo, veloz y estético. Nadie se acuerda de Benzema, cuya ausencia no ha restado ni un ápice de calidad, pero ha suministrado una agilidad desconocida para el 9 madridista, cuyo culo parece de plomo en muchas ocasiones.

Por eso mañana Alemania va a salir con calma, teniendo paciencia y buscando el error de los locales. Sin Kedhira poniendo músculo en el centro del campo, con Hummels cargado de amarillas y Schweinsteiger en precario, el partido pinta a priori muy bien para Francia. Sin embargo, Low es tan camaleónico como la ocasión lo requiera, y seguro que tiene algún as en la manga. Lejos quedan los años en los que los teutones eran una apisonadora sin cerebro y el fútbol un deporte de once contra once que siempre ganaba Alemania. Mañana jueves espera el partido más apasionante de todos, el que se antoja más emocionante de toda la Eurocopa y del que toda probabilidad emergerá el campeón.