Con las castas de...

Si Vizcaíno fuera un César romano, el domingo, a eso de las 17.25 horas de la tarde, desde el palco diría: «Que empiece el circo». Y la platea vibraría porque por fin empezaría el espectáculo después de un largo parón veraniego.

Pero resulta que Vizcaíno no es ningún César y que encima el circo no ha parado desde el pasado mes de mayo. Entre los precios de los abonos, los parches puestos en la campaña según iban saliendo críticas, cual político que gobierna a golpe de encuestas, o los 70 nombres de jugadores que han sonado para venir y han dejado esa sensación de club tieso o dirigido por torpes que hace que al final no vengan, se nos ha quedado un verano bastante circense.

A todo esto, le sumamos las redes sociales, donde hay más scouting que ventanas, un montón de analistas futbolísticos capaces de decir en enero que Rubén Alcaraz y Fede San Emeterio eran unos mangutas para después ver que eran más que válidos y cómo no, que nunca falte, alguno que otro recordando el nombre del Estadio sumado a otros cuantos que reparten 'carneses' de buenos y malos cadistas.

Un circo perfecto para estar entretenido, debatiendo y encabronados durante el verano, que sin fútbol se hace muy largo y con algo hay que entretenerse. Si encima tenemos una directiva que las pone a huevo y que tira de imaginación para rematar la faena ampliando las sillas de los Fondos (¿me podré cambiar de Preferencia a Fondo o solo es para nuevos abonados?), pues qué más quiere el cadismo.

La cosa es que empieza LaLiga y la estrenamos contra toda una Real Sociedad, que siempre es algo mejor que empezar contra el Jumilla o el Cabecense. También es cierto que quien no exige no crece, de ahí la matraca de traer un fichaje que ilusione. La pregunta es: ¿qué es la ilusión? ¿Ilusiona más un delantero que un central? ¿Por qué? La ilusión ya está aquí. Cuando se abran las puertas. No le den más vueltas.

No sé si Vizcaíno estará loco por decir que empiece el circo o, al menos, que empiece a rodar la pelotita, pero un servidor lo está deseando. Porque al final es lo que nos entretiene de verdad y nos hace olvidar, en cierta medida, los horarios de los partidos (con las castas de Tebas), las colas en los tornos (con las castas de Vizcaíno), la falta, momentánea, de fichajes de relumbrón (con las castas de Vizcaíno otra vez, pero es sin acritud Manué), que para llegar a mi sitio tengo casi que hacer escalada (con las castas del que diseñó el Estadio) y como no, que empieza esa mezcla de alegría y angustia tan cadista (con las castas de mi padre que me hizo amarillo..... o mejor, gracias a él).