Osasuna - Cádiz
Osasuna - Cádiz (2-0) Chorreados
Enésima imagen lamentable ante un Osasuna que vence con suma facilidad tras diez jornadas sin hacerlo
Chorreados y sin paraguas. Y mira que el mercado lleva abierto más de una semana, pero parece que las rebajas no se adaptan a lo que pide el entrenador de un equipo que huye de la pelota como del diablo. El diablo, por eso del rojo, ha sido este domingo el Osasuna, pero seguramente lo será también el Espanyol en la próxima jornada en casa. Este Cádiz es más un guiñapo en manos de adversarios teóricamente similares que de rivales más grandes. Queda un mundo por delante pero la realidad dice que al Cádiz le queda muy poco recorrido con vida en una categoría que no ofrecerá tantas facilidades como el año pasado. O Vizcaíno saca la de Ubrique y se trae a un 'señor lobo' y Cervera abre la mente un poco, o en abril el Cádiz estará buscando entrenador para Segunda.
Cuando un catequista no cree en la resurección, difícilmente pueden creer sus discípulos. Cuando a un equipo se le dice constantemente que es malo y que únicamente será desde de la fealdad desde donde podrá abrirse paso entre los guapos, difícilmente se hará un sitio en la elite. Cuando un equipo sale a encerrarse, imposible será que se abra. Cuando una banda no tiene capitán, no tiene nada. Y este Cádiz, por no tener no tiene ni fe.
Qué maravilla ser abonado del Osasuna y comerte un bocadillo tranquilamente mientras ves a tu equipo, que lleva sin ganar diez partidos, cocinando una victoria placenteramente ante un rival que se deja maniatar con amabilidad. Qué maravilla ver como aunque tu equipo se adelante en el marcador el rival te saca de revulsivo a un jugador que está de rebote en Segunda. Qué paz, qué tranquilidad da ver al Cádiz como adversario en una Liga que no lo va a esperar. Entre otras cosas porque el club no es capaz de reforzar un equipo que pide a gritos un crack mundial, sí, sí, un crack mundial que arregle algo muy complicado de arreglar.
Cinco cambios introdujo en su once Cervera en comparación al último duelo frente al Sevilla. Y si en Fuenlabrada sacó a tres centrales con el canterano reconvertido, en Pamplona volvió a hacer lo mismo, es decir, tres centrales pero con Fali reconvertido en lateral derecho dentro de un once ultraconservador y relativamente rápido en ataque con Sobrino arriba y Arzamendia y Chapela en bandas.
Como en las eternas partidas de ajedrez, los primeros minutos fueron de tanteo entre un Cádiz entregado atrás y un timorato Osasuna que quiso salir a ejercer de dominador. Pese a ello, en los primeros diez minutos los hombres de Cervera ya habían forzado casi sin querer tres saques de esquina en los que apenas sacaron esa pizarra que se antoja fundamental para sacar algo de petróleo.
Concedía y concedía metros el Cádiz y avanzaba y avanzaba por inercia el Osasuna, que a medida que pasaban los minutos iba arriconando al equipo amarillo. Era tanto el dominio que Cervera dio un paso atrás más y mandaba a los suyos a colocarse con un 5-4-1 en lo que era un claro mensaje de nadar y guardar la ropa en un campo muy rápido debido a la lluvia que caía sobre Navarra.
La cosa estaba clara. El Cádiz renunciaba descaradamente a la pelota, pero lo hacía obligado, muy obligado debido a su sonrojante y preocupante inferioridad manifiesta ante todo, ojo con esto, ¡Osasuna! Daba lástima ver como de vez en cuando el equipo amarillo quería retener el balón un poco pero ni sabía ni podía. Tanto y tanto le ha repetido su entrenador que son muy malos que se lo han creído los muchachos.
Tanto va el cántaro...
Ante esto, el Osasuna de Jagoba Arrasate, que estaría viendo el partido desde su casa (por coronavirus) tomándose un dulce con leche, entraba por ambas bandas. Primero, con un centro de Quique García que era despejado por Víctor Chust. Segundo, con una volea de Moncayola que se iba por encima del larguero y un tercer acercamiento precedido de un centro de Nacho Vidal que era cabeceado por Budimir y al que Ledesma respondía con una fácil y placenterar estirada. El fuego, a pesar del agua de Pamplona, se acercaba a la portería del argentino. Y llegó.
Llegó en el 37' de partido y en el enésimo aviso rojillo, que esta vez se confirmó en gol. Kike García recibí solo en banda derecha, la de Espino, levantaba la cabeza y mandaba un balón al área pequeña de Ledesma para que a bocajarro Budimir se lanzara a por él y aderezara con justicia el electrónico del Sadar para alegría de una afición que no veía ganar a los suyos en los últimos diez partidos.
Cómo no estará el Cádiz que para solucionar la papeleta tras el descanso la primera carta de Cervera fue un jugador al que le quieren abrir la puerta del club como Alejo, todo una carta de presentación de un equipo que dejaba en los vestuarios a Jonsson para volver a colocarse bajo un 4-4-1-1 con Arzamendia como mediapunta.
Pero la segunda mitad no pudo empezar. Puede que fuera una cadena de infortunios, pero una cadena que se dio en el, ¡sorpresa!, área del Cádiz. El Osasuna sentenciaba el encuentro en el 47' tras un gol de Kike Barja, que metió bien la pierna ante la salida de Ledesma con la suerte de que el rechace le dio en la cara para introducir el balón en el fondo de las mallas.
A falta de media hora, Cervera sacaba a Chapela y metía a Andone en un equipo más centrado en encararse con los rivales que con el marcador. Precisamente, fue de la cabeza del rumano, el de «la cabeza no le da», con la que llegó el primer lanzamiento a puerta del Cádiz, pero su remate fue a las manos de Sergio Herrera.
Pudo llegar el tercero si Ledesma no sale a los pies de Budimir tras un pase de la muerte de Cote a diez minutos del final de un partido que más de uno podria decir que es de destitución. Las ideas nunca estuvieron sobre el verde y las pocas ques se vieron reflejan con fidelidad lo que se debe hacer en El Rosal, que no es otra cosa que defender. Y así, pongan que se suma de uno en uno, no da. Lo único que da es pena.
