Editorial

Fuera de control

La crítica situación económica de Grecia no puede definirse con una palabra distinta a la de quiebra

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La crisis griega ha arrastrado a toda Europa a una situación sumamente comprometida. Las disensiones internas en la zona euro están ralentizando la toma de decisiones, de manera que los mercados van descontando en su convulsión constante los supuestos más negativos que las instituciones son incapaces de descartar. Grecia lleva más de un año asomada al abismo, y con ella las economías del euro. En esta ocasión sus socios se ven abocados a brindarle una de estas dos salidas: librar inmediatamente los 8.000 millones que Atenas espera del rescate aprobado en mayo de 2010 sumándole ayudas de emergencia que entrañen una quiebra selectiva, o propiciar que Grecia salga del euro declarando la bancarrota total para que se refugie en su propia moneda. Pero ninguna de las dos opciones posibles sería buena, ni permitiría acabar con el vértigo general. La intensificación de la asistencia a la economía griega obligaría, simultáneamente, a recapitalizar aquellas entidades financieras y aseguradoras que pudieran verse afectadas por una quiebra imposible de controlar. Por su parte, la eventualidad de que Grecia abandone el euro tendría consecuencias imprevisibles sobre éste -cuya depreciación respecto al dólar y otras divisas volvió a hacerse patente ayer-, en la deuda soberana de los países periféricos y en la solvencia bancaria de las entidades francesas y alemanas. Tanto en un caso como en el otro sería prácticamente imposible cortar la hemorragia de credibilidad que afecta a los países que, como España e Italia, ven que su prima de riesgo aumenta cada vez que se produce la más mínima turbulencia en la zona euro. No hay que olvidar que la situación límite por la que atraviesan las cuentas públicas griegas evoca el impago en el que viven algunas de nuestras administraciones autonómicas y locales. La Unión se encuentra atenazada por su propia contradicción. Los gobiernos nacionales y las instituciones comunes no han sido capaces de dar cuerpo a 'más Europa' en el plano fiscal, y ahora corre el riesgo de deshilacharse en una dispersión de esfuerzos. El enfriamiento de las perspectivas incrementa la magnitud del problema y vuelve acuciante una respuesta concertada que asegure la disciplina presupuestaria y avance con urgencia en el plano de la armonización fiscal.