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Mira en el video un «gameplay» del juego - J.M.S.
ANÁLISIS

«Call of Duty: Infinite Warfare»: conflictos orbitales

La nueva entrega del videojuego de disparos en primera persona inaugura batallas aéreas lejos de la corteza terrestre y vuelve a apostar por la temática futurista para llevar la acción a nuevos límites, mientras que su modo multijugador deja un sabor agridulce

MADRID Actualizado: Guardar
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Muchos fuegos de artificio, un gran despliegue técnico, sin cortinas de carga que se agradecen, pero una notable ausencia de emotividad a pesar que se puede aplaudir su modo campaña. «Call of Duty: Infinite Warfare» vuelve a apelar a la acción futurista y manda, incluso, a sus jugadores al espacio en pálidas batallas aéreas que cabalgan hacia el universo de Star Wars.

Ambiciosa pero demasiado ostentosa resulta esta nueva nueva entrega de la serie que arranca de primeras con su particular ritmo de enfrentamiento. Bajo una capa de ciencia-ficción, el título de Activision resulta demasiado artificioso y superficial, carente de personalidad, aunque la acción sigue siendo frenética y voraz, con interminables intercambios de disparos, esta vez con enemigos de coraza de hierro que, antes de perecer, te quieren entregar una sorpresa en forma de inmolación.

En esta incursión por la tecnificación de la guerra, el juego se regodea en su apartado técnico encomiable y sin parangón. Luce músculo en sus potencia gráfica, que supera con creces muchos de los lanzamientos más recientes. Ese motor utilizado perfila los personajes con gran detalle, así como los escenarios bien recreados por los que se sumerge el jugador en esta nueva aventura de corte espacial cuyo villano principal, por cierto, es una reproducción digital del actor Kit Harington, es decir, Jon Nieve en la conocida serie «Juego de Tronos». Su presencia (doblado al castellano por el mismo actor) infunde emoción y atrapa al espectador de primeras por su testarudez y su inhumano comportamiento. Hay otros personajes famosos que aparecen, como el piloto Lewis Hamilton, pero su actuación es muy escasa a lo largo de la historia. De hecho, la de Harington es hasta desesperante porque aparece en varias ocasiones pegando gritos en una minipantalla intentado hostigar a sus rivales.

Con una ejecución algo parca que intenta abrazar la emotividad y personalidad de anteriores entregas (la relación con el robot apodado Ethan es uno de sus mayores aciertos), el jugador encarna el papel de Nick Reyes, teniente que tras un fortuito incidente debe tomar el mando de la nave Retribution, una especie de Enterprise (Star Trek) sin fundamento que ejerce de centro neurálgico para la toma de decisiones en batalla. Éstas se distribuyen, luego de pasar los primeros y farragosos capítulos, por zonas de guerra que hay que derribar, aunque la narrativa es confusa y con altibajos, aunque en conjunto deja un buen sabor de boca pero no como para tirar cohetes.

Es un abanico con varias historias paralelas que ofrecen un conflicto de mayor dimensión. De inspiración cinematográfica, el juego se sostiene en la crueldad como enemigo a batir y la supervivencia humana. En consecuencia, su modo campaña supera las últimas entregas aunque puede que para otros jugadores la temática futurista encierre sentimientos de rechazo, y más en un año en donde el género de FPS -First Person Shooter- se ha tornado muy competitivo.

En cuanto a sus mecánicas, el videojuego introduce algunos elementos interesantes como el sistema de deslizamiento vertical gracias a los propulsores al estilo de Titanfall y un armamento moderno. Hay varios tipos de enemigos, los cuales se pueden resumir en dos clases (humanos y robots). Los primeros cuentan con protecciones que obliga a ser (más si cabe) preciso, mientras que los segundos traen una sorpresa añadida: antes de eliminarse por completo se pueden inmolar cerca de tu posición y perjudicar notablemente tu vitalidad hasta matarte en ocasiones si te coge desprevenido y sin tiempo para reaccionar. Durante los combates hay que estar pendiente no sólo de las granadas lanzadas por los rivales sino también de los vehículos y cobertura puesto que pueden explotar provocando daños.

El juego añade algunas novedades sutiles. Los momentos de combates aéreos son más un pasatiempo que una mera simulación aeroespacial. Las persecuciones son divertidas pero no ofrecen muchas sensaciones en cabina. El armamento, en general, es sencillo; se pueden encontrar desde rifles convencionales como armas de energía, perfectas éstas últimas para acabar con los bots rivales. Una de las más interesantes son las granadas marcadoras que, una vez detectada la presencia enemiga, hacen explosión. Hay también otros a oportunidades para utilizar elementos exteriores como una nave Jakal y su sistema de apuntado colectivo.

El juego mantiene ese trepidante ritmo de otras entregas aunque introduce elementos propios de la ciencia ficción que algún seguidor puede llegar a molestar. Si bien es cierto que los últimos lanzamientos de la saga presentaban ambientaciones futuristas esta entrega está más cerca de Star Wars que de su tradición bélica. El modo multijugador y su alto nivel de personalización, sin embargo, es una de las opciones preferidas para sacarle punta al videojuego pero deja un sabor agridulce porque replica patrones anteriores y se apoya en reminiscencias de la anterior entrega, « Black Ops 3», dejando entrever una grave carencia de ideas. Gana enteros, eso sí, por su original (y descacharrante) modo zombies cooperativo, un excelente acierto que es capaz de paliar algunos claroscuros de su apartado «online».

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