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Cuatro profesiones que aprenderás si vives fuera de España

De peluquero a crítico gastronómico, una larga estancia en el extranjero te ayudará a incrementar la experiencia en tu curriculum sin que te des cuenta

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Si eres de los que ha disfrutado de la experiencia de vivir en otro país seguro que estarás de acuerdo en que, en todo este tiempo, has adquirido unas cuantas habilidades que jamás pensaste tener. El hecho de estar solo en un sitio extraño, con gente desconocida y un idioma que no dominas te llevará, casi con total seguridad, a hacer uso de tu instinto de superviviencia y aprender, como mínimo, estas cuatro nuevas profesiones:

Peluquería

Será la primera habilidad que adquieras fuera de España. Aunque cortarse el pelo no es una necesidad vital, en algún punto de tu estancia en el extranjero te darás cuenta de que esas greñas que llevas empiezan a no ser normales y necesitas hacer algo al respecto.

Puede que, ante la dificultad de explicar al peluquero las necesidades de tu pelo, optes por sanear tu cabello tú mismo.

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Tareas de mantenimiento

¿Quién va a ayudarte ahora a hacer agujeros en la pared? Es posible que cuando vivas en el extranjero la tarea más cotidiana se convierta en una auténtica pesadilla. Desde encontrar una ferretería hasta aprender a colgar un cuadro, si quieres decorar mínimamente tu domicilio deberás aprender a hacerlo tú mismo.

Labores de costura

Se te rompe un botón, se te deshilacha un jersey o el roce de tus muslos ha acabado con tus pantalones. No sabes dónde hay una mercería. ¿Existe siquiera ese concepto fuera de España?

Tu tienda online favorita de moda no aparece ni en el mapa. ¿Y ahora qué? Tus habilidades de costura se desarrollarán y, probablemente, acabarás por iniciarte en el apasionado mundo de la aguja, el hilo y los parches. Con más o menos éxito, todo sea por ahorrar el trago de hacerte entender en la tienda o, según donde vivas, de ahorrarte el dinero que valga la reparación.

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Crítico gastronómico

Porque al ser español en el extranjero se te impone, de alguna manera, la presión de demostrar a tu nuevo entorno que sabes disfrutar de un buen vino de la tierra o de una paella de marisco en condiciones (aunque no te gusten la mitad de ingredientes que lleva). Tus nuevos amigos te piden que les lleves a restaurantes españoles y les recomiendes platos de calidad. Y tú, que el «pescao» ni fu ni fa, porque en España te alimentabas a base de bocatas de paté y macarrones con tomate, te ves juzgando una dorada al horno al son de «es que en España comemos pescado fresco, aquí todo es congelado». Y en el súper te las das de pro palpando tomates y considerando si son los idóneos, como si distinguir la buena fruta y verdura te viniera de serie por tus raíces. Te conviertes, prácticamente, en un Tripadvisor humano de lo ibérico. ¡Postureo español se llama eso!

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