Ruy González de Clavijo, embajador del rey Enrique III, y la ruta que emprendió hasta Samarcanda (Uzbekistán)
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El Madrid de Uzbekistán, el homenaje del Gran Tamerlán al primer embajador europeo en Asia

Ruy González de Clavijo, madrileño de nacimiento, fue enviado por el rey Enrique III hasta Samarcanda en el siglo XV para buscar una alianza contra el Imperio turco

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Más de 7.000 kilómetros separan Madrid de Samarcanda, la segunda ciudad más importante de Uzbekistán y una de las regiones habitadas más antiguas de la Humanidad. Una diferencia de 84 horas en carretera y de más de 12 en avión que, sin embargo, se acorta hasta solaparse gracias a una relación nominal, relativa al homenaje que el Gran Tamerlán, el último gran conquistador de Asia Central, brindó en el siglo XV a Ruy González de Clavijo, a su vez el primer embajador europeo que alcanzó una relación diplomática estable con el emperador turco-mongol.

La capital de España, en lo que a su nombre se refiere, esconde por tanto una duplicidad respecto a su ubicación, pues no sólo es tal, sino que además es un barrio de Samarcanda; otrora una ciudad independiente. La historia, novelada en la obra «Embajada a Samarkanda» –atribuida a González de Clavijo– y recordada en ABC hace más de diez años por Santiago Ruiz-Morales, cónsul general honorífico de Uzbekistán en Madrid, narra el viaje de este madrileño de nacimiento hasta la región de la Gran Bukaria para buscar una alianza fuerte contra un enemigo en común: el Imperio otomano

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Encargo de Enrique III

Fue el entonces rey de Castilla, Enrique III de Trastámara, quien adivinó en el lugar, calificado ahora como Patrimonio de la Humanidad, una posibilidad para anular la amenaza que el emperador otomano Bayaceto suponía para la cristiandad, para Medio Oriente y para su propio reino. Por tal consideración, y por la premura de estrechar lazos diplomáticos con uno de los adversarios más contundentes de su enemigo, envió a Ruy González de Clavijo a Samarcanda para formalizar una alianza con el Tamerlán. Clavijo llegó a la Corte de Timur Lang –también denominado así– el 8 de septiembre de 1404, apenas dos años después de que su ejército derrotara a su homólogo turco en la batalla de Angora (Ankara).

Explica Ruiz-Morales en su artículo que el viaje por la Ruta de la Seda, a su paso por el Mediterráneo, el Mar Negro, Turquía Oriental, Persia y Afganistán, generó los escritos del embajador madrileño, de una gran riqueza «histórica, geográfica y etnográfica», disponibles en castellano en tres versiones además de la novela citada anteriormente. Según narra, basado en tales crónicas, Clavijo asentó en cierto modo el propósito para el que fue enviado gracias a las fiestas que el Tamerlán preparó; una bacanal cada tres días, un bucle de mujeres engalanadas, ceremonias, danzas y borracheras en las que, en el último caso, el español no participó por su condición de abstemio.

En total, permaneció allí dos meses, hasta el 21 de noviembre, con un agradecimiento tal de parte del conquistador turco-mongol que bautizó a una ciudad próxima a Samarcanda, capital de su Corte, con el nombre de Madrid, la cuna del primer europeo que recorrió medio mundo para visitarlo. Pasadas unas semanas desde la marcha de Clavijo, el Gran Tamerlán murió en su intento de invadir China.

Avenida de Ruy González de Clavijo

Predecesora de la Embajada de Payo Suárez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos, que se encontraron con el Tamerlán tras su victoria en Ankara y regresaron al Alcázar de Segovia con el consejero Mohammed El-Kesh, la propia de González de Clavijo fue la primera en enraizar la empresa demandada desde Castilla, con una profundidad todavía visible.

Fruto de aquella alianza y de la ponderación de Clavijo en Samarcanda, una avenida recibió su nombre en 2004; un hermanamiento entre ambas ciudades análogo al que, por ejemplo, mantienen Córdoba y Bujará –quinta urbe de Uzbekistán– por ser los ejes culturales en los años de transición entre los dos primeros milenios, como apuntó el cónsul en el mismo texto publicado en este periódico.

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