Foto del autor de una playa en Capri
Foto del autor de una playa en Capri - Blanco amor

La fotografía redondea la dimensión artística de Eduardo Blanco Amor

Aunque menos conocida que su obra escrita, como en todas las disciplinas artísticas que practicó se puede considerar un «adelantado a su tiempo»

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La obra menos conocida de Eduardo Blanco Amor es la fotografía. En realidad, se trata de una decisión caprichosa del autor de capturar momentos para configurar un diario procesal autobiográfico. Una decisión de hacerse y hacer fotos que quizás no tuviese la pretensión que tuvo el resto de su producción artística, pero que ha merecido y merece el reconocimiento de la crítica. Vuelve a ser otra vez Eduardo Blanco Amor un adelantado a su tiempo.

Comienza muy joven a utilizar la cámara. Su adolescencia y su postadolescencia aparecen capturadas en distintas instantáneas y nunca la dejará de lado. «Viaje hasta donde viaje, la cámara siempre lo acompaña», dice Alex Mene, primer estudioso de su obra. No queda rincón que no fotografíe buscando «el carácter documental de su fotografía» junto a la importante colección de retratos y autorretratos.

Tras esa voluntad constante de inmortalizar lo que ve, planea su condición de artista integral. Mene lo define como «un hombre voraz, muy preocupado y comprometido que quería ser un buen fotógrafo y lo lograba». El fin buscado era «entenderse a sí mismo y ser testigo del paso del tiempo».

Símil con Oscar Wilde

En el autoaprendizaje basado en la experimentación latía su condición de artista integral y de artista esteta. El profesor Buxán, de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, lo califica como «un hombre muy moderno para la época» y lo equipara a Oscar Wilde: «Eran dos dandys y amaban la belleza». También Mene asegura que «Blanco Amor tenía un punto vanidoso y necesitaba construir una coraza en un mundo tan competitivo como el de las artes y en la propia política de su tiempo con la que estaba comprometido».

Las fotos de Blanco Amor capturan esa variedad de intereses que tienen los hombres con mirada distinta. Las fotografías de sus viajes a Marruecos, Santiago de Chile o Buenos Aires forman el cuaderno de viaje de un explorador curioso, inquieto y comprometido; mientras que otras, como los mítines celebrados en los años 30 y a los que asistía, acreditan su compromiso social y político. Una catalogación exhaustiva de su obra permitiría diferenciar aquellas imágenes que dedicaba a sí mismo. La importante colección de retratos y autorretratos hacen una referencia a la identidad, a la búsqueda de su propia identidad y también al deseo. Blanco Amor se buscaba para reconocerse. Y junto a él, numerosos creadores de la época como García Lorca, Castelao o Maruja Mallo.

La audacia y el interés por mejorar su técnica le lleva a ensayar sugerentes encuadres. «Aprovechaba los marcos de las puertas y hacía prácticas con el lenguaje fotográfico». La mayoría de sus fotos están en blanco y negro, pero en su etapa final comenzó a utilizar el color. Sus instantáneas son una mirada hacia el mundo que le tocó vivir, un registro de sus viajes interiores y exteriores y un instrumento para enfrentarse a la sociedad. Alex Mene define su obra como «una cartografía que él mismo fue trazando para describir su propia identidad».

La conclusión sobre la calidad de la obra fotográfica de Blanco Amor, atesorada en los fondos de la Diputación Provincial de Orense, se resume en que «no fue una simple actividad de ocio, sino que nace de una necesidad de capturar en imágenes aquello para lo que las palabras quedaban insuficientes o incompletas».

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